Entrevista con Santiago García y Luis Bustos

Recientemente los autores Santiago García y Luis Bustos han unido fuerzas para dar forma a uno de los cómics más potentes y al mismo tiempo sorprendentes de la temporada: ¡García!. Para hablar de su primer tomo y de muchas otras cuestiones nos reunimos con ellos en una terraza de Madrid; a continuación podéis leer el resultado.

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Para empezar me gustaría preguntaros por el momento en el que el proyecto de ¡García! que Santiago iba a hacer con Manel Fontdevila está parado y entra Luis Bustos en escena.

Santiago García: Parado no, estaba abandonado y cancelado.

Luis Bustos: Todo esto empezó a desarrollarse en junio de 2014, cuando Santiago y yo nos encontramos en Madrid y yo le enseñé unas páginas de mi último trabajo, Versus (Entrecomics Comics, 2014), que le gustó mucho. Y pensamos que teníamos que colaborar juntos en algún tebeo. Nos conocemos desde hace más de veinte años, pero nunca nos habíamos atrevido a hacer un cómic juntos. Y más tarde Santiago me propone recuperar el proyecto de ¡García! para hacerlo juntos. Yo ya lo conocía, pero no había leído más de las veintipico páginas que subió a su blog. Santiago me pasó entonces las cien páginas que Manel había llegado a hacer, y después de leerlo y valorarlo me pareció que era muy interesante, y además, teniendo en cuenta por dónde ha ido mi carrera, creía que podía ser el dibujante adecuado. Entonces nos pusimos a trabajar en el guión, porque evidentemente algunas partes habían quedado desactualizadas. Y a partir de noviembre ya tenemos un guión más o menos cerrado.

SG: Yo siempre tuve muy claro que Luis era el dibujante adecuado para afrontar una obra así, porque es capaz de hacer algo como Versus, pura acción y épica y al mismo tiempo hacer humor como el que hace en El Jueves o en Orgullo y satisfacción. Domina la caricatura y la sátira también. Y eso lo pueden decir muy pocos dibujantes en España. Esa manera de moverse entre dos aguas es la que necesitaba para hacer ¡García!

Y cuando le propuse hacerlo juntos, enseguida me envió un boceto.

LB: Sí, sí, porque yo enseguida me puse a hacer bocetos. Quería ir practicando antes de que me llegara el guión definitivo… Hacía personajes, situaciones, la cámara secreta que aparece en el cómic, por ejemplo.

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La cámara secreta que menciona Bustos.

SG: Recuerdo un dibujo que me pasaste por Whatsapp muy espontáneo, como al día siguiente. El primer García.

LB: De hecho yo tengo todavía colgados en la pared los primeros bocetos que hice, que ya tienen un año, y se puede ver cómo han cambiado los personajes. García creo que es el que menos ha cambiado. El diseño de Manel era muy bueno, y además remitía, evidentemente, a Roberto Alcázar. Había muy poquitas cosas que cambiar, algún detalle, una cuestión de colores… Antonia sí ha cambiado más. El personaje dibujado por Manel era quizás una chica más ruda, por su estilo de dibujo.

Santiago, tú siempre dices que trabajas codo con codo con el dibujante, y que el cómic es una creación conjunta, que no va el guión por un lado y el dibujo por otro. En este caso, ¿cómo manejasteis esta cuestión?

SG: ¡García! es un ejemplo ideal de este planteamiento, porque, realmente, hemos estado muy imbricados en todo el proceso. Luis ha participado de una forma directa en el guión, quizás en mayor medida que otros dibujantes de otros proyectos. Ha sido fundamental. Aquí había una idea en principio muy clara, que es la que le planteo a Manel y la que se mantiene con Luis: crear un personaje que está basado en el tebeo clásico español y traerlo a nuestros días. Y este personaje y cómo se articula con la realidad española es la clave. Pero luego eso hay que desarrollarlo y concretarlo con la actualidad española. Con Manel el argumento que trabajábamos tenía cosas en común con el guión final, pero luego había elementos muy diferentes. Por ejemplo, aparecía ETA. Pero mientras estábamos trabajando Manel y yo de repente se anuncia el alto el fuego de ETA y se nos viene abajo eso. De hecho, en esa época se anuncia también que se estaba viniendo abajo el Valle de los Caídos, con lo cual ya era todo un desastre [risas]. Cuando retomo el proyecto con Luis, lo que yo le digo es que no se preocupara, que era súperfácil, porque todo el planteamiento y los personajes ya estaban, y lo único que teníamos que hacer eran unas pequeñas adaptaciones a la actualidad. Pero al final eso fue una pesadilla que yo no esperaba. Sufrí mucho para actualizarlo y pasamos por varios argumentos. Había, por ejemplo, un primer argumento en el que la historia se desarrollaba en el día de la coronación de Felipe VI, que luego descartamos. La cosa se fue redondeando a base de hablar y discutir cuestiones y Luis aportó muchas ideas que están en la historia. No te voy a decir cuáles son, más que nada porque tienen que ver con el segundo volumen. Luego hay otros niveles de participación; por ejemplo recuerdo un caso en el que al ver una página de Luis decidí que había que añadir otra escena, porque lo que él había dibujado le daba otra dimensión a los personajes, otro carácter, que era además no sólo correcto, sino mejor que lo que había. Ha sido todo muy orgánico. Y de la misma manera yo me siento partícipe del apartado gráfico, porque yo estoy ahí, hablamos todo, discutimos las páginas…

LB: Además también hay un factor que es propio de este trabajo: está saliendo muy rápido. No nos paramos a discutir cada plano, estamos sacando las páginas muy rápido. Y me lo estoy pasando muy bien porque estamos continuamente proponiendo cosas y todo resulta muy fluido. Puede haber alguna cosa donde hay que negociar más, pero en general es un trabajo muy dinámico. Era algo obligado por las fechas de entrega que nos impusimos. Es una forma de trabajar diferente…

SG: En este momento Luis lleva unas noventa páginas del segundo volumen…

¿De un total de unas doscientas?

SG: Bueno, eso no se sabe. El guión indica una serie de páginas, pero eso es una guía.

¿Pero está terminado?

SG: Sí, está terminado, pero lo estoy reescribiendo. Lo que hay que entender es que un cómic no consiste en un guión que tú terminas y luego es ilustrado por un dibujante.

LB: Exacto.

SG: El guión y el dibujo forman parte del proceso y tanto Luis como yo estamos implicados. Que él esté trabajando no significa que yo haya terminado. Aunque el guión está terminado, yo tengo pendiente revisarlo y reescribir, porque según va dibujando Luis hay cosas que tengo que cambiar. Tampoco penséis que de repente va a cambiar el argumento por completo, son detalles, escenas.

LB: Es que no podemos decir que tenga equis número de páginas, porque cuando yo estoy dibujando quizás tenga la sensación de que una escena necesita un ritmo más dilatado, o una splash page… Yo se lo propongo a Santiago, y si le parece bien puede cambiar cosas. El guión del primer libro era de 160 páginas, que se fueron al final a las 200. Tenemos además la suerte de que la novela gráfica te permite hacer eso, porque a nivel de producción no hay problema. Y el trabajo queda mejor porque tienes una cierta libertad para explayarte cuando se necesita. Y mola mucho trabajar así con Santiago, porque si necesitas extenderte puedes hacerlo.

Tú has trabajado con otros guionistas; ¿ha sido muy diferente?

LB: Bueno, yo lo que te puedo decir es que Santiago es el mejor guionista con el que he trabajado. Es un tío muy flexible. Cuando le propones algo, se queda callado y se pone a valorarlo [risas]. Yo me siento cómodo. Otros guionistas igual son menos flexibles, o te entregan un guión más cerrado… Pero de todas formas hace tiempo que trabajo como autor completo.

SG: Yo siempre espero que el dibujante mejore lo que le propongo. Y creo que las mejores cosas que he hecho han sido en las que el dibujante ha estado ahí, presente. En el caso de Luis, que tiene mucha personalidad, funciona muy bien. Hay cosas en lo que va haciendo que son como yo las había pensado, otras que son distintas y me molan, y otras que también lo son y no me acaban de funcionar. En esos casos lo discutimos. Pero son detalles que en el fondo no cambian lo que estamos contando, porque ahí estamos en sintonía, sabemos lo que estamos haciendo. Pueden ser cosas más concretas, una viñeta que no se entiende…

LB: Dos personajes que se parecen demasiado… Eso, por ejemplo, pasó, tuve que retocar, gracias a la magia de lo digital.

SG: Yo creo que mucha gente tiene una idea de cómo se hace un cómic en colaboración que no comparto. Se piensa algo así como que el guionista es el autor del cómic y el dibujante ilustra ese guión. Pero mi idea del cómic es que en realidad yo escribo el cómic del dibujante. Yo no habría propuesto hacer ¡García! a Javier Olivares, por ejemplo, no habría tenido sentido. Y siempre tengo esto muy presente. Cuando escribo Beowulf (Astiberri, 2014) tengo presente El héroe (Astiberri, 2012-2013); cuando escribo Fútbol: la novela gráfica (Astiberri, 2014) tengo muy presente Azul y pálido (Entrecomics Comics, 2012), y cuando escribo ¡García! tengo muy presente Versus. El dibujante es el que hace el cómic, y lo que tú vas a ver como lector es una reproducción de las páginas que ha hecho el dibujante, no yo. Y por eso tengo que trabajar para él.

LB: Por eso digo que Santiago es uno de los mejores guionistas de la actualidad: es una persona que sabe entender al dibujante y saca todo lo bueno que tiene con su guión.

Supongo que esa concepción que comentas del trabajo entre guionista y dibujante puede venir de la figura  de los guionistas estrella de los ochenta: Alan Moore, Neil Gaiman…

SG: Con Alan Moore concretamente pasa una cosa que hace que cada vez me haya ido gustando menos: tú coges todos sus cómics, dibujados por autores muy diferentes entre sí, y todos parecen de Alan Moore. Lo reconoces enseguida, porque tiene la misma estructura de página, los mismos detalles, el mismo ritmo… A mí eso me aburre. Lo que manda en el cómic es lo gráfico, y es lo que tiene que imponer las normas. Hay un guionista en el mainstream americano actual que ha sabido interpretar muy bien esto: Matt Fraction. Cuando lees un tebeo suyo, es en realidad del dibujante que lo está haciendo. En Ojo de Halcón (Panini, 2013-2015) es evidente que ha escrito el tebeo que David Aja quería hacer, y lo mismo con Howard Chaykin en Satellite Sam (Image Comics, 2013). En todos los casos te cuesta encontrar a Fraction. Pero no es debido a que sea un guionista peor que Alan Moore, es que está teniendo en cuenta al dibujante para el que escribe, y está sabiendo dejarse llevar. Eso es una colaboración.

¿Creéis que beneficia a un tebeo tan apegado a la actualidad el método de trabajo que estáis siguiendo?

SG: Es que por eso ha estado abierto; hemos tenido que estar al día y adaptarnos a los acontecimientos, en cierta medida. Por ejemplo, tras dibujar Luis determinadas páginas, decidimos alejarnos un poco de la realidad. Sé que te parecerá que es muy actual, pero antes era mucho más fiel. Por ejemplo, hay personajes que cuando Luis los estaba dibujando al principio eran mucho más fieles a los modelos. Y decidimos que había que alejarse un poco, porque queríamos mantener esa actualidad pero al mismo tiempo no ser demasiado inmediatos, plantear un escenario que tuviera más perdurabilidad, más vigencia.

LB: Eso ha beneficiado mucho al propio tebeo, ha sido una decisión correcta. Todo esto que comentaba Santiago sucedió tras de las elecciones municipales [de mayo de 2015], cuando nos preguntamos si iba a cambiar el clima social. El tebeo tiene un clima de urgencia que no sabíamos si podía quedar desfasado, no tanto por los hechos en sí, sino por el escenario general. Era una mezcla de nerviosismo y excitación. Estamos haciendo algo que puede ser relevante, pero hay que mantener la sangre fría, y si hay que alejarse un poco para que esto sea más universal, puede que haya que hacerlo. Me parece que se ha conseguido ese equilibrio.

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Cubierta del primer libro de ¡García!.

SG: Dentro de las cosas que yo he hecho, ¡García! es excepcional porque hemos creado una novela gráfica con la urgencia de un semanario de actualidad política. La situación en España es tan volátil en estos momentos que todos sabemos que el 21 de diciembre podemos estar en un escenario completamente nuevo. O a lo mejor es lo que queremos creer y luego las cosas no cambian tanto. Esto era un peligro del que había que escapar, y además era una forma de darle más entidad a la historia, no quedarnos en la crónica del momento. Por eso decidimos dar ese paso atrás respecto a la realidad. En mi cabeza lo he articulado convenciéndome de que todo sucede en la España de Tierra 2 [risas]. Es muy parecida a la nuestra pero no es exactamente la nuestra. Esto, para mí, ha sido el punto más difícil de conseguir del conjunto. Tuve la sensación, en cierto momento, al llegar a la última escena del segundo libro, de que por fin habíamos llegado al equilibrio perfecto entre ficción y realidad, y actualidad y perdurabilidad. Y me quedé más tranquilo. De hecho el segundo tomo no va a salir antes de las elecciones de diciembre, pero ya no me preocupa; aunque cambie todo, la historia ya está encauzada. Una vez que estás metido en la historia te va a seguir interesando por sí sola.

LB: Porque no sólo es una historia política y social. Estamos hablando de un tebeo con elementos de género, y emocionales, de desarrollo de personajes, que no tienen que ver con la actualidad. Y eso es igual de importante. Por eso no nos preocupa tanto el segundo libro respecto a lo que suceda el 20 de diciembre.

A mí de hecho me extrañaría mucho que después del 20 de diciembre uno de los meollos que tiene ¡García! ya no tenga validez: la escenificación de una España que no ha cerrado heridas, que sobre el papel hizo una transición modélica pero que a poco que hemos rascado hemos visto que hay muchas pervivencias…

SG: Es que si alguien es tan ingenuo de creer que ochenta años de costumbres políticas y sociales en España se van a borrar de un plumazo por un cambio de gobierno que ni sabemos si va a tener lugar… Las cosas son más complicadas, porque tienen que ver con la sociedad. Hay temas de fondo que no van a cambiar, salga el gobierno que salga del 20 de diciembre. Y a ver qué sucede, porque yo cada vez lo veo más complicado, igual hay que repetirlas porque no se forma gobierno.

Igual el Jaimito de Tierra 1 está trabajando en la sombra para que las cosas no se desmadren mucho [risas].

SG: Mira, en realidad, ése es un personaje en el que yo no creo, no creo que haya un Jaimito en el mundo real.

LB: Bueno, yo en esto soy morrisoniano. Grant Morrison comentaba en una entrevista que él sí creía en las conspiraciones, porque evidentemente la gente que está en el poder conspira para mantenerse en él. No sé si hay un Jaimito…

SG: Don Jaime, por favor.

LB: [risas] Don Jaime, don Jaime… Pero sí creo que hay unos poderes que están en un estatus que quieren mantener cueste lo que cueste.

SG: En realidad hemos intentado que el personaje sea una fuerza en la sombra que intenta hacer cosas, no es que sea todopoderoso. A veces en las series americanas este tipo de personajes aparecen como si fueran fuerzas ocultas que dominan el mundo, pero no es eso. Es una fuerza que está en las cloacas del estado y está intentando influir con cierta capacidad de maniobra. Pero no es el amo del mundo.

LB: Evidentemente; es un funcionario con un objetivo, y trabaja para conseguirlo. Pero no es un villano pop.

SG: Claro, no somos todos marionetas en manos de un gobierno en la sombra.

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García frente a Jaimito. Perdón; don Jaime.

Además vosotros estáis haciendo una ficción de género, que yo leo en clave simbólica: de alguna manera ese departamento oculto que maneja don Jaime simboliza esas fuerzas políticas y económicas que perviven del antiguo régimen, y que no necesitan ni siquiera esconderse. Son la gente que está en el poder.

SG: Es la demostración de que en los organismos de poder nunca se ha limpiado. La línea nunca se ha cortado. Y muchos de los que están ahí son o los mismos o los herederos, incluso familiares, de los que estaban antes.

LB: Y don Jaime tiene una frase en el primer libro que resume todo eso: siempre hay una cuestión política, pero también hay luego otra más personal. A veces no todo se hace por cambiar la sociedad, sino por motivos más personales, más pequeños.

SG: Es que a veces, de la misma forma en que los hijos heredan las profesiones de los padres, el poder también se hereda. Uno se cría en una familia en la que su negocio es el poder. Y sólo tenemos que mirar en las familias de todos los políticos de rancio abolengo. No solamente del PP. Son dinastías.

Jaime habla en cierto momento del «legítimo gobierno» que está en coalición con los socialistas, que «saben jugar el juego».

SG: Yo diría que Jaime le dice eso a García porque es lo que tiene que decir para manipularlo. Uno no se mueve tantos años en ese juego sin saber cómo tiene que jugarlo. Sabe lo que tiene que decirle a su antiguo compañero.

LB: Jaime es un personaje con muchas facetas, y estamos contentos con él porque requiere varios registros.

Claro, es un personaje con matices, es un padre que quiere mucho a su hija…

LB: Claro, por supuesto.

SG: Yo me pregunto por cuáles son sus motivaciones, que es lo mismo que nos preguntamos muchas veces sobre la gente en el poder. ¿Son ideológicas? Al final a lo mejor es algo diferente, que tiene que ver con el poder y cómo mantenerlo, y con cuestiones personales, viejas rencillas… ¿Qué es lo que piensa un personaje como Jaime del mundo? ¿Tiene un plan? ¿Tiene un programa? ¿Tiene un proyecto ideológico y político? ¿O simplemente su único proyecto es estar al volante?

Me estáis sugiriendo algo que quería apuntar antes: los personajes son complejos, no podemos identificarlos como buenos y malos inequívocamente… Vivimos tiempos de extremismo político, en los que parece que sólo caben la adhesión inquebrantable y la demonización del contrario. Yo creo que vosotros jugáis con eso y le dais la vuelta a todo. Incluyendo a García, que en el fondo es el personaje más irreal, porque es un personaje de ficción que entra en un mundo más o menos real… No cabe duda de que tiene un ideario fascista, pero es una buena persona.

SG: Claro, aquí la pregunta es: ¿los fascistas no pueden ser buenas personas? ¿Los de izquierdas son todos buenas personas?

LB: Pero tampoco sabemos qué ideología tiene García. Es un ser muy puro, que aparece en el 2015 con una actitud carca y antigua, desfasada, con un código ético de otro tiempo, pero sabemos muy poco de su pasado. Sólo conocemos las pinceladas de su antigua vida que se dan al final del primer libro, pero incluso entonces era una persona misteriosa. No da arengas, y las pocas frases ideológicas que tiene son tan tópicas que parece casi como si se las hubieran programado.

SG: Hay una especie de reacción a esta España en la que uno de los problemas que ha tenido son estas adhesiones inquebrantables a dos opciones únicas que al final nos acaban llevando a la misma mierda. Y ese escepticismo se traduce en personajes que no son de una pieza, porque en contra de lo que mucha gente puede pensar esta historia no es una parodia. Es una historia en la que los buenos y malos existen como existen en el mundo real: si tú crees que en éste hay buenos y malos, pensarás que aquí también los hay. Si crees que la gente es más compleja, también te lo parecerán los personajes. Y luego hay otro elemento en otro nivel narrativo, que tiene que ver con el metalenguaje y con la historia de los cómics: García es un personaje de tebeo en una novela gráfica. Aparece con unos rasgos de tebeo diseñados por un dibujante en los años 40 y llega a la complejidad de nuestro mundo. Y ahí se provoca un choque. Decir que es bueno o es malo… Tenemos todavía mucho que descubrir sobre él, y él sobre el mundo. Porque el mundo en el que él se durmió es el que dibuja Manel Fontdevila.

Claro, no es un personaje del pasado, es un personaje de un tebeo del pasado.

LB: Claro, tú en esas páginas no estás viendo a García en un contexto franquista, sino en unas aventuras absolutamente delirantes, con castillos tenebrosos… Él viene de algo que pertenece al mundo de las ideas.

Una duda que me surge cuando decís esto, que igual no me podéis responder, es si las páginas de Manel son en realidad un cómic basado en un personaje real que es el que despierta en las páginas de Luis.

SG: De eso prefiero no decir nada, porque todo lo que digamos va a empobrecer la experiencia de lectura. Prefiero que cada cual crea lo que quiera, no hay una respuesta que sirva para nada. Lo que sí te digo respecto al supuesto fascismo de García es que te resulta muy fácil llamarlo fascista como te resulta muy fácil considerar fascista a Roberto Alcázar y Pedrín, que es un tebeo que ha sido clásicamente considerado un ejemplo de tebeo franquista, que la verdad es que estamos utilizando el término fascista con mucha ligereza, es más bien franquista, que es otra cosa… La trayectoria de Roberto Alcázar y Pedrín se superpone con la del franquismo y las generaciones posteriores han identificado al personaje como un arquetipo franquista. Pero la realidad cuando lo lees es que no hay ninguna proclama ideológica evidentemente franquista; casi todas las aventuras suceden en lugares remotos, como si quisieran evitar la realidad. Van a lugares exóticos, y lo único que hacen es que usan todos los tópicos imperialistas y colonialistas del momento, que son los mismos que encuentras en Batman y Robin o en Tintin, y se dedican a vivir aventuras rocambolescas y estrambóticas, repartiendo sopapos. Y de hecho, uno de los guionistas de Roberto Alcázar y Pedrín era un comandante republicano represaliado.

Y en todo caso me resulta muy gratificante si alguien con conciencia de izquierdas lo lee pensando eso del personaje y lo disfruta, porque te provoca una situación complicada: «es el héroe, pero sería aborrecible para mí si me lo encontrara en la calle».

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Roberto Alcázar y Pedrín en pleno control de plagas.

Además eso sucede con otros personajes. Antonia, que de alguna manera representa esa persona de izquierdas muy polarizada con las ideas muy extremas…

SG: ¿Por qué, dónde ves eso?

LB: Simplemente Antonia es una persona muy programada por los medios, y cuando escucha a ese pseudo Federico Jiménez Losantos que es Aquilino, dice: «¿qué haces escuchando a este fascista?». Y luego descubre que la realidad es más complicada. Pero sí que representa en cierta forma la otra vertiente más progresista.

Sí, a eso me refería. Antonia puede representar a esa gente de su generación que pasaba más de la política y en los últimos cinco años se ha empezado a interesar por ella, aunque sea a la fuerza.

SG: Sí, sí, Luis lo ha dicho muy bien: si piensas que García puede estar programado, Antonia también puede estarlo. Lo que pasa es que las programaciones cambian con los años. La maquinaria se va refinando. En parte ésa es la historia que estamos contando: dos personajes que están partiendo de sus propias programaciones y van a tener que aprender mucho sobre el mundo. Ellos van a tirar de la manta, van a mirar detrás del telón y se van a encontrar lo que hay detrás de la obra que estamos viendo todos. Vamos a ver qué queda ahí de las izquierdas y las derechas.

Y en medio están los dos periodistas…

LB: En medio están los manipuladores y los intermediarios [risas]. Que son los que siempre se llevan el mayor porcentaje de beneficios.

¿Y en ese grupo incluis a los dos periodistas?

SG: Es que no quiero hablar mucho de eso [risas]. Pero sí pienso que Aquilino es un personaje muy inteligente, y que a la manera de Jaime dice y hace las cosas que le convienen. Hay gente que se lleva mucho las manos a la cabeza cuando oye ciertas cosas que dice la derecha, tanto políticos como periodistas afines… pero yo creo que muchas veces están haciendo el juego, porque algunos de esos periodistas son más listos de lo que parece y tienen mucha más historia detrás de lo que parece, y a lo mejor están haciendo ciertas cosas buscando ciertas consecuencias. Y creo que Aquilino entra en esa categoría de manipuladores. Y Rafa creo que también, pero es casi más triste. El otro día en la presentación, con Darío Adanti, él decía que los personajes de derechas son mucho más divertidos que los de izquierdas: tienen más personalidad, son mucho más extravagantes y estrafalarios. Los de izquierda son muy sosos, están más limitados. Pero los Marhuenda, Jiménez Losantos y Esperanza Aguirre son mucho más divertidos [risas].

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Aquilino y Antonia estrechando lazos.

Estoy pensando, Luis en tu vertiente más humorística dentro de Orgullo y Satisfacción: en esa revista se ve mucho esto que dice Santiago.

LB: Es que parece que en la derecha hay una especie de patente de corso para decir burradas, mientras que en la izquierda está todo más contenido, por si sienta mal algo. Todo está controlado. Sin embargo vemos todos los días que Esperanza Aguirre suelta una burrada que sirve para que se hable de ella, lo cual le viene bien. De la misma manera actúan periodistas cercanos a la derecha.

¿Hay quizás más vigilancia en el votante de izquierda, más intransigencia?

SG: Yo creo que la tiranía de la corrección política ha vuelto a la izquierda muy monjil. No se pueden decir ciertas cosas, todo tiene que ser muy contenido… Pero las cosas en el mundo real no son así.

LB: Fijaos en Twitter, cuando alguien pone en su pefil que es «políticamente incorrecto»: suele significar que va a soltar burradas y que es un tío muy de derechas. Nunca verás a alguien progresista con eso en su perfil.

Porque ya tiene unas connotaciones.

LB: Claro.

SG: Una cosa curiosa que hemos observado en las reacciones de los lectores es que a muchos les hace mucha gracia reconocer en qué personaje se inspiran la Capitana o Aquilino, pero nadie viene a decirnos que le hace mucha gracia el Colibrí [risas]. Es como si todos los personajes del libro fueran de derechas. Son con los que se queda la gente, es como si los personajes de izquierda no tuvieran referentes también.

En torno a esto, es interesante en ¡García! que hay críticas y momentos humorísticos tanto de izquierda como de derecha. La reunión del nuevo partido político de izquierda, por ejemplo, es muy divertida. Pero la gente se queda con la parodia de la derecha.

SG: Claro. No es que seamos equidistantes políticamente, pero como autores no queremos hacer un cómic de partido; estamos aquí para señalar a todo el mundo, no a todos por igual porque no todos tienen los mismos problemas ni han cometido los mismos errores, pero lo que no queremos es hacer campaña, ni exaltar a nadie. Esto no puede ser un panfleto partidista.

LB: Además, en todo el espectro político hay miserias, y lo que mola es sacar esas miserias de forma humorística. A lo mejor a algunos le sacamos una pequeña, a otro una más gorda, pero siempre existe.

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Un ejemplo del trabajo de Bustos en Orgullo y satisfacción.

Cuando por ejemplo veo en Orgullo y Satisfacción, o en las viñetas de prensa de Fontdevila o Bernardo Vergara, chistes sobre Podemos, como tengo la sensación de que el lector tipo de esto es de izquierda, y además no de la izquierda tradicional, me surge la duda acerca de cómo se lo tomará… ¿Se sentirá traicionado, de alguna forma?

SG: Pero dime una cosa: ¿el número y el tenor de los chistes que van contra la izquierda es comparable a los de la derecha? Son mucho más amables y menos numerosos.

Pero por ejemplo Manel tiene algunos de los mejores chistes que se han hecho sobre Pablo Iglesias, y con la misma mala leche con la que hace cualquier otro.

SG: A mí hace años un dibujante de El Jueves me dijo que lo mejor para ellos era que gobernara la derecha: se vendía más la revista y era mucho más fácil hacerla. Les iba mejor con Aznar en el gobierno que con Zapatero. O sea que en ese sentido piensan como el votante de derechas [risas]. En el caso de ¡García!, cuando llegaron las elecciones municipales, poco antes de terminarlo, por un lado queríamos que hubiera un cambio de gobierno municipal, pero por otro, claro, lo que nos convenía era otra cosa [risas].

LB: Había un dilema moral ahí [risas]. Profesionalmente nos interesaba que ganara Esperanza Aguirre, pero yo como persona quería un cambio político y social.

SG: Queríamos que pasara lo que no queríamos que pasara [risa].

Ganábais pasara lo que pasara [risas].

SG: No, no, yo al final me quedo con lo personal. Además, creo que el espectro de Esperanza no va a ser exorcizado fácilmente, seguirá aquí. Además, esto entronca con otra cosa… En una ocasión alguien me dijo: «joder, qué bien has pillado el lenguaje de Federico Jiménez Losantos…»; pero yo no lo escucho. Esto demuestra que ciertas cosas están flotando en el ambiente. Este lenguaje de la crispación ya forma parte de ese ambiente, como el de Chiquito de la Calzada, y aunque tú no lo oigas directamente, te llega.

Me imagino que tampoco has hecho una documentación profunda, más allá de tu interés normal en la actualidad.

SG: No, claro, simplemente es el interés de cualquier ciudadano.

LB: Es que estamos llevando la conversación a un tema muy concreto, pero en realidad la obra es más amplia, y la cuestión social y política sólo es un parte. Y respecto a eso, tenemos interiorizado un discurso propio, claro.

SG: Es la visión política de los ciudadanos de a pie, que es lo que somos nosotros, nosotros no estamos entre bambalinas, así que lo que contamos es lo que vemos desde abajo.

LB: Y tampoco estamos para dar un discurso: ¡García! es un tebeo de aventuras y mamporros, y de situaciones emocionales entre los personajes. Exponemos un momento concreto de la sociedad española, y luego que cada uno interprete.

SG: Claro, el discurso es, como mucho, simbólico, no intentamos explicar cómo funciona realmente el mundo, ni pretendemos que lo que sucede sea verosímil. No sé si lo es o no. Es lo que tú escribiste cuando comparabas nuestro cómic con El mundo a tus pies (Astiberri, 2015) de Nadar, cómic que no he podido leer aún pero que creo que es mucho más realista; nosotros el realismo lo usamos cuando nos interesa, pero luego hay otros recursos de ficción.

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Cubierta de El mundo a tus pies.

LB: Cuando estábamos dibujando la secuencia de los GEO, yo la dibujé de una forma muy milleriana, y entonces Santiago me dijo: «joder, cómo mola, lo has dibujado como un desahucio». Es decir, que hay cosas que se nos escapan, que no eran premeditadas pero aparecen, como alegorías.

SG: Es como cuando, tras el 11S, todas las películas de catástrofes y de monstruos que se hacían recordaban a eso, las veíamos con esos ojos. Dentro de cincuenta años, cuando ¡García! siga leyéndose en los institutos como el clásico que será [risas], lo interpretarán de otra manera.

Cuando leí ¡García! me pareció un tebeo muy tebeo, en el sentido de que hacíais uso de las herramientas más puras de la tradición del cómic.

LB: Claro, eso es premeditado. Nosotros queríamos hacer un cómic, no una novela o una película, queríamos un tebeo cuyo armazón gráfico y formal remitiera al tebeo.

También se ve en ciertas situaciones. Personajes que se pegan trompazos y tienen caídas que no son realistas… Y eso le da otro tono al resultado final.

LB: Hay mucha violencia de tebeo, y yo la he dibujado de la manera en que sé dibujarla: como un tebeo.

SG: Para mí hay un viaje entre la ficción y la realidad, y a veces estas dos esferas se cruzan y se mezclan de forma extraña. Pero sí, se parte de un sitio, se llega a otro, y entre medias hay territorios un poco ambiguos.

LB: También hemos querido evitar que algunas secuencias sean demasiado tópicas, incluso en las escenas de diálogos.

SG: Hay un equilibrio entre lo increíble y lo creíble. Entre lo espectacular y lo cotidiano. Hay que saberse mover en la… iba a decir en la mezcla de géneros, pero creo que no es correcto, porque realmente no formamos parte de ninguno de ellos, sino que tomamos recursos de varios según nos conviene. Eso ha sido el gran problema del tono, que hemos tenido que afrontar constantemente. La gente cree estar leyendo un tebeo de superhéroes y de repente descubre que es una sátira política, luego una obra romántica, otra social… Pero todo se mantiene en la misma línea, nada chirría.

LB: Queríamos que el mundo de ¡García! fuera coherente en sí mismo, gracias a todos esos elementos que confluyen, de forma que la gente puede entender que haya catorce páginas de diálogo en torno a una mesa camilla y luego una secuencia de acción milleriana.

Para eso creo que es fundamental tu manera de dibujar, Luis, y la manera en la que varías de dibujo con mucha naturalidad.

LB: Yo el otro día se lo decía a Santiago: creo que hemos llegado a un punto, tras veinte años de trabajar en el medio, en el que sí tenemos las herramientas adecuadas para hacer algo así. Este tebeo no habría podido hacerlo hace diez años. Pero ahora creo que he llegado a cierto punto de madurez, que espero que no sea un punto final.

¿Hasta qué punto tiene que ver el trabajo que haces en Versus con esto?

LB: Versus me permitió afianzar una serie de ideas que yo tenía en la cabeza, que luego he intentado aplicar a ¡García! de forma más contenida. Versus supuso un punto de ruptura, tras cinco años sin hacer obra personal. Fue un desfogue muy visceral, y cuando me planteé hacer ¡García! lo que pensé fue que tenía que emplear esas herramientas de una manera más controlada, desde la madurez. Tampoco es lo mismo hacer un Versus, que son setenta páginas a cara de perro, que ¡García!, que son doscientas, y con cambios de tono, secuencias en diferentes localizaciones…

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Cubierta de Versus.

Tú, Santiago, habías leído Versus antes de que Luis empezara a trabajar en ¡García!

SG: Creo que sí… la historia de Versus ha sido larga y en diferentes momentos del proceso Luis me había ido enseñando páginas, comentado cosas… O sea que la idea que yo tengo de Versus es diferente, más dilatada en el tiempo.

LB: Una de las ideas fundamentales en Versus me la propuso Santiago.

SG: ¿Ah, sí? [risas]

LB: Sí, un día, estando a Barcelona, me acuerdo de que te comentaba que tras Endurance, que terminaba con un mensaje positivo y esperanzador, quería hacer una con otro tono diferente, que terminase mal, pero me surgió el dilema de que con Versus tampoco quería dar un mensaje negativo al lector. Y tú me dijiste que lo importante no era si el desenlace acababa bien o mal, sino que el personaje lo intentase con todas sus fuerzas. De esto hace unos tres años. Luego dejé el proyecto, lo retomé un tiempo después, tiré para adelante… Pero aquella idea me animó.

SG: De hecho la primera idea que tenías para Versus era más complicada.

LB: Sí, era muy complicada, pero al final la llevé a cabo de un modo más humilde. En un principio iban a ser dos historias en un flipbook, de manera que cada una contara la historia de cada uno de los contrincantes, el ocaso de Tom King y el ascenso de Sandell. Había un juego de metalenguaje, con la historia de King dibujada muy a la manera de Miller, más realista, y la otra iba a ser al estilo de las tiras de prensa tipo Popeye.

SG: Yo quiero decir que a mí Versus me parece una barbaridad, me gusta muchísimo y me impresionó cuando lo vi. Conozco a Luis desde hace muchos años, y creo que es buenísimo, pero de repente en Versus se desató.

¿Hasta qué punto creéis que el cómic en general y ¡García! en particular están contribuyendo a cierta crítica política y a cierto despertar de la gente? Pienso en obras como las de Marcos Prior, No os indignéis tanto de Manel, el último tebeo de Nadar… No son muchas pero son obras que hace cinco años no existían.

LB: Bueno, la novela gráfica ha traído un espectro temático más amplio donde se pueden tratar este tipo de cuestiones. Creo que ¡García! se circunscribe en un tipo de obra que parte de elementos de género para tratar temas de aquí… No sólo hablo de tebeos, lo podemos ver en series como El ministerio del tiempo, o novelas como Mataré a vuestros muertos de Daniel Ausente. Me parece muy interesante encontrarme con estas obras de contenido muy español, pero contadas por gente que ha bebido toda la vida una manera de contar muy americana.

SG: Creo que por fin hay una tendencia que se remonta a cosas como las películas de Álex de la Iglesia, Acción mutante y El día de la bestia, pero que ha tardado en desarrollarse y en ser aceptada. Aparte de eso, te diría que sobre la crítica social en la novela gráfica me parece que bastante ha tardado en llegar. Hemos reaccionado de forma muy lenta, y eso demuestra que como colectivo hemos tenido cierta inmadurez. Luego está el cómic de actualidad, El Jueves, OyS, los cómics que aparecen en Mongolia… que evidentemente viven de eso. Pero parece que se ha considerado algo aparte, aunque afortunadamente cada vez hay más autores que se manejan entre esos dos campos. Pero en general hemos tardado en madurar porque hacer novela gráfica es algo que lleva su tiempo.

LB: Y la industria ha cambiado, y eso está muy relacionado con la temática. No es lo mismo hacer un comic-book, que además el editor te exige que sea de género, como pasaba en los 90, que hacer una novela gráfica ahora, cuando se han abaratado los costes de imprenta, puedes hacer tebeos de más páginas, desarrollar temas con una mayor complejidad, sin continuará…

SG: Bueno igual alguna de continuará sí hay [risas].

LB: ¡Claro! Es que ¡García! lo que propone es eso, que cohabiten las dos cosas, la historia compleja con el continuará. Que es algo que ya pasaba en el manga, donde podías tener tebeos gorditos, de unas ciertas características, y además tiene un cliffhanger.

Para mí es el cliffhanger más acojonante de los últimos años. Bien es verdad que no hay muchos [risas].

LB: Su creación fue un poco accidental, porque en un principio ¡García! iba a ser un solo libro. Necesitábamos entregarlo en cierta fecha y planificar un trabajo rápido, había que ir sacando páginas con velocidad. Cuando decidimos separarlo en dos libros, necesitamos un momento álgido donde dejar el primero. Fue una feliz confluencia, y lo hemos visto en la reacción de los lectores, que se han quedado con el culo torcido y casi odiándonos por dejarlo ahí. Esperamos que las expectativas se cumplan.

¿Qué nos espera en ¡García! 2?

LB: ¡Mucho más! Yo estoy muy contento, creo que me está quedando incluso mejor que el primero. Todo está más madurado, el proceso de trabajo está más pillado. Las doscientas páginas anteriores las tienes más asumidas.

SG: El trabajo de Luis es impresionante, no sólo por lo que está haciendo sino por cómo lo está haciendo. También sucede que cuanto más haces algo menos esfuerzo te cuesta, si perseveras superas tus propios límites, y se te quitan tus propios miedos. Hemos vivido siempre con la idea de que el cómic tipo eran veinticuatros páginas, y uno de cuarenta y ocho ya era «una obra larga». Imagínate que ese límite hubiera existido en la novela.

Es como cuando se dice que es una pena que no haya revistas porque los autores jóvenes no se pueden foguear… Hay muchos novelistas que publican su primer trabajo de cientos de páginas y nadie tiene un problema con eso. Nadie dice que es una pena que no haya revistas para que publiquen primero historias de ocho páginas.

SG: Y la gente que dice esto ¿no sabe que existe internet?

Eso aparte.

SG: Porque yo veo publicar historias cortas todos los días. Claro que existe un sitio donde foguearse, y además teniendo una audiencia potencial mucho mayor, y sin necesidad de amoldarte a los intereses de un editor. Y hay una gran cantidad de gente, de hecho, que se descubre así y luego acaba publicando libros.

Cuando sale este tema yo siempre digo lo mismo: no me compares con hace treinta años o cincuenta; hablemos de lo que había hace quince años, diez…

LB: En 2005 recuerdo hablar con David Muñoz y decirle que me gustaría hacer un libro de doscientas páginas, porque me gustaba mucho el manga, pero sabía que era imposible, no me podía permitir eso porque no había una industria para ello.

SG: Es que no se concebía.

LB: Claro. Yo venía de hacer Residuos (Glénat, 2004), que era un tebeo de sesenta y cuatro páginas publicado por Glénat, y para mí eso ya era… recuerdo ir por la página 30 y pensar «¡Uf! Me queda la mitad» [risas]. Era otra perspectiva. Y esto es muy reciente. Teníamos las expectativas pero no podíamos aplicarlas.

SG: A Pepo Pérez y a mí nos pilló este cambio de mentalidad con El vecino. Nosotros al principio lo hacíamos en un formato de álbum europeo, porque era como tú concebías que se podía publicar eso: si no querías un tebeo de grapa americano y querías ir a librerías, no había otra. Pero luego cuando va apareciendo y consolidándose el formato de libro, con los hitos que para mí son Blankets (Astiberri, 2004) de Craig Thompson y Arrugas (Astiberri, 2007) de Paco Roca, comprendemos que lo que nosotros hacíamos tenía más que ver con eso que con el álbum europeo, que en el fondo era una tradición ajena.

LB: Esa sensación la tuve también con Residuos; no era un comic-book, pero tampoco era un libro. Y yo a nivel narrativo me encuentro más cómodo con una estructura de página de menos viñetas que la del típico álbum francés, que tiene de ocho a doce…

SG: Es que un formato implica una experiencia de lectura, y una experiencia de lectura remite a una industria determinada, con una distribución y un tipo de público. Las cosas no son aleatorias; por algo no se hacen álbumes en Japón, ni tomos del tipo japonés en Francia.

¿Habéis visto alguna vez cómo lee un japonés un manga? Yo hace poco vi un vídeo en el que un tipo leía un manga sin detenerse más de tres segundos por página.

LB: Pero entonces ¿es el método de lectura el que impone la forma de narración, o es al revés? Supongo que todo está muy fusionado.

SG: Yo puedo decir que haciendo novela gráfica en formato de libro, con una libertad total, siento que estoy usando mi propio lenguaje, con mi propia identidad. Estoy súper cómodo. Y puedo hacer tebeos de grapa como los que hice para ¡Caramba! con Manel y con Javier Peinado, pero en ese momento sientes que estás asumiendo una decisión deliberada para provocar una reacción a través del formato. Estás impostando algo para buscar un efecto.

LB: En ¡García! hemos conseguido tener muy presente la velocidad de lectura; sabemos cuándo queremos que las cosas sean más pausadas, y cuándo queremos que se aceleren. No tenemos ninguna imposición de páginas y eso te permite controlar perfectamente el ritmo. Podemos tener catorce páginas de diálogos, y de repente acelerar las cosas porque nos interesa tener un clímax.

Esto que estás contando me parece tan fundamental que a mí me alucina cuando hay gente que es capaz de decir que una novela gráfica es como un tebeo gordo, que sería lo mismo publicado por entregas.

LB: Eso lo dijo hace poco Mark Millar, «es un comic-book más caro», pero no, no es eso. Es otra cosa, que te permite modular perfectamente el ritmo. Por eso ¡García! tampoco es un manga; porque también hay elementos que conducen a un cómic más social, pero también a los superhéroes. Todo es mucho más dinámico.

SG: Cuando decíamos antes que decidimos partir la historia en dos, y al final te salen dos tomos de doscientas páginas, grosso modo, lo que significa que hay cien páginas más. ¿Eso significa que hemos metido más historia? No, no: es una cuestión de contar las cosas tomándote el espacio que necesitas. En el primer tomo hay una viñeta que me parece preciosa, en la que está Antonia sola y aburrida en la redacción del periódico porque la han dejado encargada del teléfono, mientras toda la actividad sucede a su alrededor. A mí esa página me gusta muchísimo, estéticamente y por el impacto que te produce. En el guión era una viñeta más dentro de una página. Eso es lo que puedes hacer cuando trabajas como trabajamos nosotros.

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Antonia en la viñeta que mencionan Bustos y García.

LB: Las splash-pages además las puedes usar como cierres de secuencia, pero también para abrirlas, y entonces las estás empleando como un telón, y es maravilloso. En los comic-books se usaban de otra manera, como representación de un momento catártico, pero aquí puedes utilizar el recurso como un inicio de secuencia o de cierre.

Y todo esto además es un ejemplo de cómo funciona la colaboración entre guionista y dibujante. Yo al dibujar esa parte tuve la necesidad de colocar ese momento de un modo que ganara peso. Eso te lo permite el formato pero también el sistema de trabajo.

Es un todo, por eso Santiago insiste tanto siempre en que la novela gráfica no es sólo un formato, sino una manera de hacer cómics, un nuevo paradigma.

SG: Hombre, es que ¡García! y El mundo a tus pies son dos novelas gráficas, y no tienen nada que ver la una con la otra en cuanto a formato. Luego hay gente que te dice que algo contado en doscientas páginas se puede contar en veinte… Claro, y en diez, o si quieres te lo cuento de palabra y no hace falta que te lo leas. Pero ésta es la herencia de la gente que en lugar de leerse los cómics de La Patrulla-X, como sólo quería saber lo que pasaba, se leían resúmenes de los episodios. Pero no se trata simplemente de lo que cuentas, sino de cómo lo cuentas. No estamos contando una historia; estamos haciendo un cómic. Si quieres que te cuente el argumento sin más, lo hago en un bar, les cobro diez euros y ya está [risas]. No es lo mismo la experiencia de leer veinte páginas que leer doscientas. No es lo mismo estar cinco minutos leyendo una historia que estar un rato más largo. La duración y la inmersión en la obra tienen mucho que ver.

LB: Cuando me llegó el libro impreso a casa lo volví a leer, y me sorprendió el hecho de que tardabas en hacerlo, por su densidad. Hay que invertir tiempo.

SG: La idea de que un cómic de doscientas es igual a la suma de diez de veinte no tiene sentido. Igual que no es lo mismo un tomo recopilatorio que una historia completa, no tiene nada que ver en cuanto a su ritmo.

Y el otro día se lo comentaba a Luis: para mí en parte ¡García! es el tebeo que he querido hacer toda mi vida, desde que tenía dieciocho años, lo que pasa es que he tardado treinta años en poder hacerlo. Y en él hay cantidad de cosas de mis lecturas de cómics de entonces, pero está hecho en la realidad española actual, y no sólo la social, sino la editorial y artística del cómic español de ahora. Es casi un testimonio generacional: una novela gráfica actual hecha por lectores de tebeos de toda la vida. Ahí está lo que hemos aprendido y cómo lo montamos en una obra actual. Hay manga, hay pulp, hay superhéroes, hay thriller. Recibes la herencia que te han dado y elaboras algo para los que vengan después. Lo que uno querría hacer cuando se pone a hacer este tipo de cosas. Pero se tarda en madurar. Y yo tengo la ventaja de que, al trabajar con diferentes dibujantes, he podido hacer más obras de las que habría podido hacer por mí mismo. Y eso ha acelerado un poquito esa maduración, a veces siento que voy a más velocidad. Pero insisto en que ese proceso es muy importante; la gente necesita tiempo. Estamos viendo ahora gente joven que está sacando su segunda o tercera obra aún, y hay gente que quiere juzgarla por la primera que hicieron. Por ejemplo, va a salir en breve Rituales (Astiberri, 2015), de Álvaro Ortiz, que para mí es con mucha diferencia lo mejor que ha hecho. Es un salto clarísimo, y es lo mismo de siempre, los mismos intereses, los mismos temas… pero mucho más profundo, con mucho más control y dominio sobre lo que hace. Pero lógicamente no podía empezar por ésta, necesitaba tiempo y hacer previamente dos obras. Nos olvidamos a veces de que Arrugas salió hace sólo ocho años. Y que es desde entonces que vamos cambiando nuestra visión de lo que puede hacer en un cómic. Y hay gente que todavía tiene la impresión de que la novela gráfica es una cosa pretenciosa, que cuenta historias aburridas de enfermedades y asuntos sociales, pero aquí estamos con ¡García! y con otras obras para demostrar que no es sólo eso, sino que puede ser cualquier cosa. Acción, y cosas seriadas, porque puede ser todo lo que queramos. Pero no puede hacerse todo el primer día, en una sola obra.

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García en plena acción.

LB: A mí lo que me alucina es que está saliendo gente que con su primera novela gráfica ya tienen un nivel tremendo. Hay cierto paralelismo con lo que pasa con la música en España. En los años 90 había un cierto amateurismo con ganas de reflejarse en lo extranjero y no mirar lo que había aquí. Pero a partir de 2005 para acá, esa vergüenza desaparece, han dejado de cantar en inglés, cualquier grupo tiene una calidad y un acabado extraordinarios… Y eso lo veo reflejado en el cómic. Toma el ejemplo de Nadar: su primero libro tuvo cuatrocientas páginas, con cosas que contar. El segundo no tiene tantas páginas pero el planteamiento es bastante ambicioso.

O el Inercia (Salamandra Graphic, 2014) de Antonio Hitos.

SG: O José Jajaja, Rayco Pulido… Hay una generación de nuevos autores muy buenos. Los odio a todos [risas].

LB: Claro, nosotros nos batimos el cobre en tebeos de veinticuatro páginas y ahora vemos esto y flipamos. Hay gente mucho más joven que parte de otros planteamientos.

SG: Odio pensar lo que harán cuando tenga mi edad; lo único que me consuela es saber que no voy a poder verlo [risas].

Bueno, te puedes congelar como García.

LB: Estamos pasando una época que no sé si es la mejor a nivel de variedad y calidad, pero realmente es espectacular. Luego, claro, el mundo del cómic es el que es, y la cosa está jodida en todos los ámbitos creativos. A ver si esta gente que está sacando sus primeras novelas gráficas puede continuar trabajando.

SG: El cómic es una industria cultural, y ya sabemos lo que significa en España la industria cultural. Se va consiguiendo, se van sacando cosas adelante… pero nadie lee demasiados libros, y nosotros hacemos libros. Es difícil, pero está mejor ahora que hace unos años.

LB: Objetivamente estamos mejor, eso es indiscutible.