Homenaje a Shigeru Mizuki

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Foto: static.blogocio.net

El pasado 30 de noviembre fallecía Shigeru Mizuki a la edad de 93 años, tras una vida dedicada al manga y consagrado como un maestro. Desde Entrecomics queremos rendirle este pequeño homenaje que tenéis a continuación.

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La biografía de Mizuki es bien conocida, gracias a la Autobiografía en manga que dibujó en la última etapa de su vida. Nació en 1922 en el pequeño pueblo de Sakaiminato, en la prefectura de Tottori. Su infancia estuvo marcada por las historias sobre espíritus que le contaba su anciana aya, que más tarde inmortalizaría en uno de sus mejores cómics: NonNonBa. El mundo de los sobrenatural, los yokai del folclore japonés, se convertirían con el tiempo en uno de los temas centrales de su obra, que no podría entenderse sin su paso por la segunda guerra mundial. Reclutado a la fuerza para luchar en el Pacífico, las experiencias del joven Mizuki y la cercanía con la muerte lo dotaron de un particular sentido del humor y un humanismo vitalista que impregnará su obra. En la guerra sufrió varias enfermedades y perdió el brazo con el que dibujaba; tras licenciarse, aprendió a dibujar con el otro.

Su gran éxito llega en 1960, cuando comienza a publicar GeGeGe no Kitaro, una serie infantil protagonizada por un niño medio yokai que resuelve casos relacionados con el mundo sobrenatural. En ella, Mizuki actualiza todas las historias que escuchó de niño, y va desarrollando un tipo de terror entre lo grotesco y lo cómico, que después explotará en algunas historias cortas de terror para adultos, y en su obra más autobiográfica.

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En los años setenta, en pleno boom del manga para adultos, Mizuki, como le sucedería a Osamu Tezuka, supo entender a la perfección la nueva época y se embarcó en la realización de varias obras más personales, algunas de ellas verdaderas obras maestras del manga. Operación muerte (1973) narra su experiencia en la guerra y se convierte en uno de los grandes alegatos antibelicistas de la cultura universal. NonNonBa (1977) se sumerge en la memoria de su infancia, donde la crueldad del mundo real se entremezcla con la fantasía de las historias de yokai. Durante los ochenta, dibujará Showa (1988-89), un cómic sobre la historia de Japón.

Consagrado como maestro del manga adulto, sus historias se caracterizaron no sólo por la influencia del terror y la fantasía, sino también por una visión tragicómica de la vida, sólo posible en alguien que había visto la muerte tan de cerca como él. Su dibujo siempre fue, incluso hoy, rabiosamente moderno: la combinación de minuciosos fondos y personajes caricaturescos trazados con frescura logra un efecto muy empleado por muchos autores de manga, pero que Mizuki sabe llevar hasta sus últimas consecuencias.

Su Autobiografía, dibujada en sus últimos años de trabajo, se convierte no sólo en su obra más larga, sino también en la que mejor resume todas sus cualidades y temáticas. En sus páginas Mizuki muestra sus ganas de vivir y dibujar, sobre todo de dibujar. Los experimentos formales que ejecuta, inusuales en alguien que pasaba ya de los ochenta años, demuestras quizá mejor que ninguna otra cosa su categoría de maestro.

A partir de los años noventa comenzó a ser conocido fuera de Japón, gracias a la publicación de varias de sus obras en EE UU y Francia. A través de este país fue como empezamos a conocerlo en España, donde sus obras han empezado a publicarse en fechas muy recientes. Reconocido con los premios más importantes de las diferentes industrias internacionales, Shigeru Mizuki ha vivido su vejez como una estrella consagrada, querida y admirada, pero sin dejar nunca de trabajar y de disfrutar de la vida. Su visión de la muerte, influída por su amor hacia los sobrenatural, le llevó a diseñar su propia tumba, donde ahora, tras una vida larga y plena y una producción al alcance sólo de unos pocos, descansará para siempre.

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Desde Entrecomics hemos pedido a colaboradores y amigos que nos escriban unas palabras sobre Mizuki. Para finalizar este pequeño homenaje, os dejamos con ellos.

Alberto García Marcos

La primera vez que escuché el nombre de Shigeru Mizuki fue en 2007, cuando el Festival de Angoulême concedió a NonNonBa el premio al mejor álbum del año. Si los franceses le daban el premio gordo a un japonés, algo tenía que haber allí. Por aquel entonces Mizuki tenía 83 años y ya lo había hecho todo. Había peleado en una guerra, había perdido un brazo, había aprendido a dibujar con el otro, su trabajo era ya parte de la cultura popular japonesa, había sido adaptado al cine y la televisión, había recibido premios concedidos por las más altas esferas, su ciudad natal le había dedicado una calle con un centenar de figuras de bronce basadas en sus personajes… En fin, que era una celebridad. En Japón. Como decía, supe de existencia en 2007, y entonces me sentí muy ignorante y muy agradecido por dejar de serlo un poco, aunque fuera tarde y con cuentagotas. De entre sus historias me quedo con aquellas que más famoso lo hicieron, GeGeGe no Kitaro y derivados, las protagonizadas por monstruos sobrenaturales, porque siempre me ha gustado mucho un buen bicho y porque la infancia planeaba sobre estas historias de una forma muy veraz, muy sincera. Veía las fotos de ese señor tan mayor y siempre sonriente y me creía perfectamente sus historias de niños. Era como el abuelo que le cuenta historias a su nieto y, sin darse cuenta, se convierte también en un mocoso asustado y, sobre todo, emocionado. No sé qué consideración tendría Mizuki de su propio trabajo, si lo consideraba un arte, un oficio, un pasatiempo venido a más o una mezcla de todo esto, pero vuelvo a mirar sus fotografías de vejez y desde todas me sonríe. Creo que sabía que nos había asustado y emocionado y era su manera de tranquilizarnos y de darnos las gracias por escucharlo.

Pablo Ríos

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Raúl Minchinela

Mizuki es un maestro de la empatía con el trazo, de la historia bien contada y de la simplicidad aparente. No puedo resistirme a señalar que su Autobiografía incluye un día infantil en el que la pandilla de su barrio le obligó a, literalmente, comer mierda. Cualquier otro habría dejado ese detalle fuera de la vista de los demás, pero Mizuki sabe que es revelador, que su eficacia está por encima de las florituras. Su retrato de la guerra se enuncia desde el hombre que más palos recibe, su historial de fantasmas es el de quien los respeta por temor. Mizuki se sabe sometido a las circunstancias, una hoja a merced de cualquier soplo, y nos cuenta las historias del perdedor sin necesidad de moldearlas como victorias encubiertas ni como redenciones. Ese contar historias a corazón abierto y su perfecta gradación en la gramática visual hacen de Mizuki un autor irresistible.

Daniel Ausente

Yo no sabía quién era Mizuki. Ni idea. Y entonces Astiberri publicó NonNonBa. Leí alguna reseña, no recuerdo donde, que llamó mi atención. Lo tuve un día en las manos, pero no me lo pillé, eso fue en la segunda ocasión. He recomendado su lectura un montón de veces, porque NonNonBa es uno de mis cómics preferidos, pero no de una larga lista de preferidos, no, está en mi Top Ten porque es una maravilla. Es cierto que me toca zonas sensibles. NonNonBa es un relato autobiográfico, costumbrista y rural, de una infancia marcada por dos cuestiones. Por un lado, un padre que ama el cine y construye una modesta sala en el pueblo; por otro, el Mizuki niño fascinado por las historias de fantasmas que le narra la anciana que ejerce de canguro. Cine familiar y cuentos de miedo tradicionales, esas son mis dos zonas sensibles. En lo segundo, los cuentos de miedo, NonNonBa es de una belleza absoluta. Con su Kitaro, Mizuki ayudó a recuperar toda la fauna sobrenatural del folklore japonés, que es riquísima y, a ojos occidentales, sorprendente. Su conocimiento sobre las historias de yokai proviene de esos relatos de tradición oral que marcaron su infancia, y NonNonBa lo explica de manera sencilla y hermosa, y eso lo convierte en indispensable para todo aficionado a lo fantástico.

Pepo Pérez

Una de mis obras favoritas de Shigeru Mizuki es ‘NonNonBa’. Habla del mundo de la infancia, ese lugar perdido ideal para el pensamiento mágico y la fantasía, pero también de cómo la realidad es ficción, que quizás es su tema más importante. Porque vemos y entendemos el mundo con arreglo a lo que nos explican de él y por tanto al relato que nos hacemos de él: a lo queremos ver en él. Si creemos en fantasmas y leyendas sobrenaturales, tal como hacen la abuela y los niños protagonistas de ‘NonNonBa’, terminaremos viendo fantasmas y conviviendo con ellos con naturalidad. El mecanismo es igual para otro tipo de creencias supersticiosas, claro. Lo aplicamos todos los días en nuestro mundo «racional y adulto» cuando creemos en el dinero, los bancos y el «libre mercado» sin cuestionarlos. Volviendo al cómic de Mizuki, en efecto, ‘NonNonBa’ es delicioso en su recreación tranquila y sin aspavientos de un mundo más ingenuo y primitivo que el nuestro, hoy ya perdido para siempre. Un mundo en el que la idea de subir en ascensor o viajar en metro parecía más fantástica que hablar con una criatura sobrenatural que viene a visitarte a casa.

Luis Bustos

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Santiago García

Para mí, Shigeru Mizuki es ante todo y por encima de todo NonNonBa, que es una obra mayúscula, un cómic que te llega de maneras que no te imaginas, a través de un recorrido entre grotesco y absurdo que finalmente desemboca en medio del corazón. Un esperpento sentimental, si quieres, y también uno de los grandes cómics sobre la familia, en el sentido amplio. La muerte de un maestro como Mizuki con más de 90 no la entiendo como una tragedia, sino como un motivo de melancólica celebración: una vida tan productiva y en circunstancias tan adversas es una inspiración para todos los que hacemos cómics, que a su lado parecemos tan anémicos y pálidos, tan falto de ese hálito fantasmal y exuberante que tienen sus viñeta.

José Viruete

Ojalá hubiera podido descubrir en mi niñez de la sensacional obra de Shigero Mizuki. Me hubiera encantado crecer leyendo Kitaro o NonNonBa. Y no porque sus aventuras estén orientadas al público infantil: es la clase de tebeo atemporal que se puede disfrutar a cualquier edad. Es lo que tienen los genios, y las obras maestras. Nosotros las hemos descubierto tarde, pero al menos lo hemos hecho. ¡Viva! Celebremos su vida, porque él no temía especialmente a la muerte: las atroces experiencias vividas en la 2ª guerra mundial le quitaron ese miedo de encima. El había sido un gran fan de Hitler (como atestigua tanto su biografía como la que dedicó al líder alemán), pero vivencias como las que cuenta en Operación Muerte son de las que dejan huella. Para cuando volvió a la vida de civil, su cabeza ya había conectado con esa tenue y deliciosa franja que separa nuestro mundo y el del más allá. Es en esa difusa zona, tétrica y maravillosa, donde nos invitaba a vivir, como hacían Kitaro, su propia abuela, y todos los yokai. Uno en el que tus restos mortales, aún corrompidos por el ácido podían seguir bailando al ritmo de la música misteriosa de un vampiro con guitarra, simplemente porque “su lógica no es como la de los humanos”. Hablarían de muertos, pero sus cómics son la puta vida.

Clara Soriano

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Elisa McCausland

La obra de Shigeru Mizuki es la prueba de que el terror es el género de «lo humano» por antonomasia. El más puro, el más honesto.

Óscar Senar

Shigeru Mizuki forma parte de una de la generación más brillante de mangakas de la historia. Quizás en una década diremos lo mismo de la que forman Akira Toriyama o Rumiko Takahashi. Pero la realidad es que Mizuki es uno de los padres fundadores del manga moderno, junto a nombres tan importantes como Tezuka, Ishinomori o Tatsumi. Autores a los que su ansia creativa les impulsó a romper los límites establecidos y evolucionar de sus primeras obras infantiles a un cómic más adulto y profundo, sin más referencias que la que ellos mismos podían darse los unos a los otros. La gran obra de Mizuki, NonNonBa, se publicó como libro en dos partes en 1977. Contrato con Dios de Will Eisner apareció en 1978 y la primera parte de Maus se editó como libro en 1986.

Octavio Beares

Si alguien me pidiera que le recomendase un autor para empezar a leer manga, al margen de sobreponerme de la estupefacción ante la pregunta no dudaría en sugerirle, antes que ningún otro autor, a Shigeru Mizuki. En obras como NonNonBa u Operación muerte podemos encontrar todo lo que me gusta de un buen cómic: cercanía, memoria, personalidad, trascendencia contada con ligereza, y hasta el retrogusto dulce de la fantasía. Todo contado además con un estilo “muy manga”, con ese dibujo donde lo naturalista y la caricatura cohabitan despreocupadamente. Y con una planificación perfecta, que sabe pasar del impacto visual a una cualidad rítmica sutil que solo los mejores autores dominan.
Mizuki fue un maestro.

Óscar Gual

Providencias cósmicas o ley de vida, Shigeru Mizuki nos deja el mismo año que otro histórico mangaka, colaborador también de la revista Garo, además de maestro reconocido del gekiga, Yoshihiro Tatsumi, y apenas un mes después de la edición española de El hombre sin talento, la obra cumbre de uno de los antiguos asistentes de Mizuki, Yoshiharu Tsuge. Traer a colación estos hechos puede sonar caprichoso, pero no es banal. En su país de origen estos tres nombres han sido reconocidos durante décadas mientras que entre nosotros empiezan a sonar desde hace bien poco, básicamente porque en España estamos todavía descubriendo qué es el manga. Pese a su larga tradición, su arraigo y su popularidad, el cómic japonés llegó de verdad hasta nosotros hace relativamente poco. Si situamos el punto de inicio entre finales de los ochenta y principios de los noventa, con el primer desembarco protagonizado por La Cúpula (encargados de traducir precisamente las historietas cortas de Tatsumi para El Víbora) y Planeta (con interesantísimas muestras como el Kamui de Sanpei Shirato –otra firma clave dentro de Garo– o el Crying Freeman de, nueva casualidad, el también colaborador de Mizuki, Ryoichi Ikegami), es un corto periodo de cerca de veinticinco años en el que hemos tenido que recuperar el tiempo perdido a marchas forzadas.

Sin ir más lejos el primer título de Mizuki nos lo trajo en 2009 Glénat y fue su particular retrato de Hitler. Al año siguiente llegó la verdadera revelación de la mano de Astiberri con NonNonBa, que venía premiada de Angoulême, Operación muerte y Kitaro. Después arribaría su monumental autobiografía y 3, calle de los misterios, completando una significativa muestra de una carrera artística que se prolongaba desde mediados del siglo XX. Trabajos de tal calibre que lo han convertido, en apenas un lustro, en un auténtico clásico entre nosotros. ¿Qué pueden encerrar esas obras para que de manera tan rápida hayan recibido tal condición? Cuando fallece un autor de esa categoría tendemos siempre a dibujarlo como alguien insustituible, incomparable, y demás adjetivos por el estilo. Insistimos a menudo en que dejan tras de sí un universo propio inimitable e imperecedero, pero ¿y si resulta que es verdad? ¿qué otra cosa podemos decir? Mejor que yo, lo dijo en su momento Felipe Hernández Cava en su reseña de NonNonBa para El Cultural del 30 de abril de 2010: “Shigeru Mizuki es uno de esos elegidos que ha sabido hallar las huellas armónicas de lo absoluto en lo cotidiano”.

Miguel Pérez-Gómez

Para mi Mizuki siempre será GeGeGe no Kitaro sobre todo por la historia titulada “El nacimiento de Kitaro”; en esta un funcionario de banca es enviado a investigar el origen de una sangre fantasma que convierta a todos aquellos a los que se les hace una transfusión en muertos en vida. Mizuki, que así se llama el protagonista, descubre que el origen de la misma está en un templo abandonado al lado de su casa habitado por seres sobrenaturales, fruto de uno de estos engendros nace Kitaro. La historia en cuestión es de 1966, pocos años antes de que Japón se convirtiera en una potencia económica mundial; por aquel entonces Shigeru Mizuki ya percibía la fractura social que se iba a producir entre lo viejo y lo nuevo, recordemos que la primera mitad del s. XX fue traumática para los japoneses en cuanto a la ruptura con el pasado. Los seres sobrenaturales representan a una cultura rica en tradiciones y con unos factores mitológicos que han trascendido hasta nuestros días, pero la nueva mitología del Japón pujante apenas se estaba empezando a forjar. El maestro japonés ya dio a entender que la convivencia entre ambas iba a ser dura pero necesaria. Shigeru nos hablaba del pasado y del presente pero sobre todo del futuro, aquel que siempre está por llegar.

Álvaro Arbonés

Existe en el arte la cualidad de la cercanía, de hacernos empatizar con el autor, como si fuera alguien próximo o conociéramos su alma en profundidad. Y como en el amor, la distancia no significa nada en el arte. A la muerte de Mizuki, al abrir cualquiera de sus mangas, todavía podemos hablar con él: escuchamos, como si el mismo fuera un trasunto masculino de esa Nonnonba que tanto le marcó, historias sobre Japón, sobre la infancia o sobre los yokais. También, aunque menos, sobre la guerra o la muerte o la historia de Japón. Todo eso permanecerá allí, por siempre, para siempre, esperando que abramos sus libros para aprender de un maestro, de un hombre sabio, que nos abrió su alma para que la conociéramos en todas sus intimidades a base de dibujos de rasgos exagerados. De ahí que más que morir un artista o un mangaka, en muchos sentidos, ha muerto un amigo o un padre o un abuelo al cual la mayoría nunca hemos tenido la oportunidad de dar el abrazo que siempre hemos querido darle.

Albert Monteys

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Bibliografía en castellano:

Hitler. La novela gráfica (Glénat, 2009)

NonNonBa (Astiberri, 2010)

Operación muerte (Astiberri, 2010)

Kitaro (Astiberri, 2010-)

3, calle de los misterios (Astiberri, 2011)

Autobiografía (Astiberri, 2012-2013)