Otoño (Jon McNaught)

 

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Otoño (Jon McNaught). Impedimenta, 2015. Cartoné, 64 págs. Color, 18,95€

Desde mi humilde opinión uno de los recursos más difíciles de manejar dentro del arte del cómic son los tiempos. El ritmo del relato está íntimamente relacionado con el dibujo y la cantidad de texto, este último de hecho llega influir en el orden de lectura de un tebeo. Ahora bien, al igual que en la literatura, con el cómic se puede dominar un tempo que podríamos denominar interno del lector, haciendo que este observe y lea de manera desglosada el relato. Parar el tiempo, ya lo demostró Proust, es posible; el dibujo puede ser una herramienta poderosa a la hora de establecer una jerarquía de la mirada, pero también del tempo de lectura.

La apuesta de Jon McNaught en Otoño gira en torno a esa dirección y para ello se sirve de dos protagonistas, con dos vidas anodinas que no hacen nada en especial, a los cuales se les podría tachar de vulgares. Por un lado está Mark, que pasa los días como ayudante de cocina en una residencia para ancianos en el que la rutina no para ni con la muerte de los residentes. McNaught capta la belleza del acto a través del desglose del mismo, centrándose en el detalle y los leves cambios que se producen en los sujetos en breves fragmentos de tiempo. La poética reside en un breve movimiento de una ardilla entre los árboles, un pájaro comiendo entre las ramas o el protagonista recogiendo los platos de una mesa. El autor trabaja con los estados de ánimo como si fuera un color más de su paleta, y para ello el tiempo sobre el que escribía al principio es el elemento fundamental.

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La segunda historia, “Sunset Ridge” está protagonizada por Jake, igualmente sencilla, este es un adolescente que se dedica a repartir periódicos por la tarde. Jake tiene una vida sin mucho recorrido, sale del instituto, un compañero le acompaña hasta el lugar de trabajo, hace su ruta y llega a su casa y juega con la consola. En ambos relatos la forma prima por encima de todo, dando importancia al cómo se cuenta más que a lo que se cuenta, que no deja de ser un reflejo de la vida.

La belleza de Otoño reside en el tempo marcado, en mostrar de manera detallada como la vida cotidiana se construye a base de pequeños elementos. McNaught elabora una poética de la melancolía de la rutina, esta gira en torno a la magnificación de los elementos y acciones de la vida cotidiana, poniendo el foco en el detalle. Haciendo de las vidas de los personajes el leit motiv de las mismas. En ambos relatos se entremezclan los carteles, publicaciones, libros, los documentales televisivos junto con el paisaje cambiante del otoño, formando parte de un todo melancólico.