Cuaderno dos (Miguel B. Núñez)

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Cuaderno dos (Miguel B. Núñez). Libros de Autoengaño, 2015. Rústica. A-5. 70 págs. B/N. 6 €

Mientras esperamos la publicación de Heavy 1986 (Sapristi) para 2016, Miguel B. Núñez publica con Libros de Autoengaño la segunda entrega de sus Cuadernos, una serie de ésas que catalogamos con demasiada ligereza como «sin pretensiones», y que en el fondo contienen mucho más que otras supuestamente mayores.

En los Cuadernos Núñez toma el modelo de autores de la nouvelle BD como Lewis Trondheim, que recuperaron el interés por la cotidianidad y la autobiografía del día a día, un terreno que sólo parecía tener cabida en las tiras de prensa, y convenientemente ficcionalizado. Como Trondheim, Núñez dibuja sin un plan muy cerrado, divagando deliberadamente. A partir de una idea puede llegar a cualquier otra. Lo hace a través del dibujo ligero, sin viñetas, con una apariencia espontánea que nos sitúa en un estado receptivo concreto, en el que estamos dispuestos a aceptar lo que leemos como verdad. De hecho, aunque las páginas tienen una apariencia más limpia que en el Cuaderno uno, persiste la sensación que leemos las páginas de modo inmediato, sin elaboración mediante, más allá del escaneado.

Núñez parece usar estos cuadernos como ejercicio depurativo, algo que hacer sin esfuerzo para descansar entre trabajos más exigentes. Pero ahí radica, en realidad, su gran atractivo: es un libro íntimo, donde el autor parece que nso hace confidencias, o reflexiona en voz alta, simplemente. Como si necesitara poner algo por escrito para entenderlo.

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Su vida tranquila y apacible se presta a eso. Núñez vive en una casa en el campo, y trabaja en ella en sus proyectos de ilustración y cómic. A lo largo del año que recorre este pequeño libro, tiene que adaptarse a sus nuevas circunstancias: la paternidad, la separación de su mujer… Y el mero hecho de ir haciéndose mayor —cumple los 45 años a mitad de libro—. Las reflexiones son sencillas, y tienen cierta melancolía entremezclada con un optimismo tranquilo, sin excesos, que provienen de su propia personalidad: quizá lo más refrescante de Cuaderno dos —y su antecesor— sea la ausencia de cinismo e ironía.

Como en la primera entrega, Miguel B. Núñez se detiene en anécdotas, o en pequeñas reuniones con amigos, o en alguna cosa que hace su hijo. Cosas mínimas, pero que importan, porque en el fondo son las que constituyen la mayor parte de nuestro tiempo. La vida, qué duda cabe, tiene sus revelaciones, sus hitos y epifanías, pero la mayor parte de lo que nos sucede son esas cosas que no están subrayadas pero que van perfilando, poco a poco, y sin que el proceso termine nunca, nuestra personalidad. Para Núñez es importante recordar la enseñanza que extrajo de Karate Kid y no perder la conexión con la música de su adolescencia, pero también disfrutar de su hijo, y no perder el contacto con el aquí y ahora. Las páginas del Cuaderno reflejan su interés por la cultura y por la psicología. Por ejemplo, en cierto momento se interroga a sí mismo sobre el concepto de amor romántico, a propósito de sus propios sentimientos, pero los contrasta con sus lecturas, que enriquecen no sólo su propia reflexión, sino la que podamos hacer nosotros como lectores a partir de ella.

Empatizo mucho con el Miguel que se nos muestra en estas páginas, y supongo que eso es clave para entender por qué me gustan tanto estos cómics. Me gusta leer a una persona que se preocupa de esas cosas pequeñas, pero que también reflexiona sobre las relaciones personales y escribe cosas como «hay que intentar ponerse en la piel de los demás para poder entender sus decisiones». Empatía, en una palabra, que es algo que falta alarmantemente en nuestra sociedad. Y, mientras esperamos Heavy 1986, está muy bien poder seguir en contacto con uno de los autores más injustamente ignorados del cómic español.

Y una cosa más antes de terminar: Libros de Autoengaño también ha publicado este año un pequeño cuadernito obra de Núñez con retratos de personas reales e imaginadas, 33 personas y un avión, que es precioso.