Dios ha muerto (Irkus (M) Zeberio)

Dios ha muerto

Dios ha muerto (Irkus (M) Zeberio). Bang Ediciones, 2016. Cartoné. 17 x 24 cm. 208 págs. Color. 25 €

Desde que supe, hace ya unos años, que Irkus (M) Zeberio iba a adaptar Así habló Zaratustra al cómic, no hubo obra que esperara con más ansia que ésta. Leí por primera vez el libro de Nietzsche con veinte años, justo en el momento perfecto para que se convirtiera en libro de cabecera. Subrayé citas, aprendí fragmentos de memoria a fuerza de releerlos, incluso escribí un trabajo en la facultad que hoy me da un poco de vergüenza, como debe ser. Entonces me cautivó la fuerza abrumadora del texto, la rabia desatada contra la sociedad occidental y todo lo que Nietzsche consideraba decadente. Luego, por supuesto, aprendí que aquella obra fue clave para el pensamiento occidental, que supuso una salida a la crisis del positivismo, que el vitalismo fue la única respuesta posible ante el callejón sin salida del idealismo. El mundo que Nietzsche conoció todavía no era el del horror de las dos guerras mundiales, pero él lo vislumbraba, de algún modo, a través de una biografía personal tremenda, sin la cual es imposible entender su obra y su misantropía, que nace, como todas las misantropías, de una necesidad desesperada por vivir.

Las obras que han intentado adaptar un texto de los que siempre se habrían considerado inadaptables casi siempre han intentado recorrer la vía didáctica, y explicar de un modo sencillo conceptos como el eterno retorno de lo idéntico, la inversión de valores o la muerte de Dios. Pero pocas recuerdan que, más allá de su valor metafísico, Así habló Zaratustra es una obra literaria de primer orden, con una calidad extraordinaria. La fuerza de sus imágenes, esbozadas por Nietzsche de un modo casi visual, dotan al texto de una carga lírica y alegórica abrumadora. Centrarse en este aspecto y no en el del pensamiento filosófico —tratar a Nietzsche como poeta antes que como cualquier otra cosa— era una vía inexplorada y ciertamente sorprendente, pero, en realidad, si conocemos la carrera de Zeberio, no hay otra posible para él.

Porque hay pocos autores de cómic menos literarios que él en el panorama actual. Irkus (M) Zeberio lleva años explorando la vanguardia gráfica más radical con un estilo que a veces puede parecer descuidado e improvisado, pero que es hijo de una reflexión artística evidente. Se trata de cortar amarras con la tradición academicista y la representación naturalista de la realidad, y de prescindir de convenciones del lenguaje que esa misma tradición ha consagrado, y hablo no sólo del trazo y las formas, sino también de cuestiones como la perspectiva y la ilusión de las tres dimensiones. Zeberio prescinde de la invisibilización del medio propia del cómic industrial más convencional y subraya la condición de dibujo de su trabajo: aquí las líneas no se cierran de un modo perfecto, allá parece que no se ha borrado un error, allí vemos un garabato… El nivel icónico del trabajo de Zeberio incluso se aproxima a la abstracción en algunas páginas. Los efectos gráficos que aportan texturas o atmósferas siempre son transparentes, convencionales. Pero funcionan. Funcionan muy bien: obras como Europa o Gr€zia están entre lo mejor que se ha publicado en España en los últimos tiempos.

Pero nunca había afrontado un proyecto tan largo y ambicioso como Dios ha muerto —el título que finalmente escogió para este trabajo—. Pude ver, hace tiempo, las primeras páginas que publicó en Infusi, un fanzine italiano muy interesante. Allí ya se evidenciaban las líneas que iba a seguir: páginas mudas, uso del negro y el rojo, adaptación libre. Tanto que, en realidad, casi no puede entenderse como adaptación, sino más bien como una inspiración muy selectiva. En este libro no se pretende recoger ni la totalidad de la obra original ni los elementos principales de su teoría; simplemente se toman pasajes de especial fuerza, imágenes literarias poderosas, y se transforman a través de metáforas principalmente en una narración visual que enfrenta a Zaratustra, el profeta que anunciaba la muerte de Dios, con su creación, el Superhombre. Porque más allá de toda interpretación, Así habló Zaratustra es también la historia de un hombre que bajó de las montañas a predicar una nueva humanidad y fue incomprendido. Por eso, en buena medida, el cómic trata sobre la soledad.

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Zeberio selecciona algunas citas del libro de Nietzsche, que intercala con sus páginas de cómic. En ellas, Zaratustra es una mancha roja y negra en un mundo de líneas, y todo puede suceder en el nivel gráfico: los fondos desaparecen, las figuras se simplifican, las formas se vuelven abstractas, los escenarios mutan constantemente. El dibujo blando de Zeberio, sin normas, es perfecto para movernos entre el realismo histórico de la ambientación y el terreno de los símbolos y los sueños. Hay páginas completas de una potencia gráfica a altura de la carga lírica de los textos, que hacen que nos detengamos en la lectura. Las citas a Goya y Moebius, sutiles, son las únicas referencias que se permite el dibujante al pasado, y la conectan, en realidad, con la posmodernidad. Como sucede en otras obras suyas, el movimiento es objeto de una atención concreta en algunas secuencias (pp. 114-115, para un buen ejemplo), pero la representación del mismo se consigue mediante la ruptura de normas clásicas: se prescinde de artificios como las líneas cinéticas y se recurre al forzado de los escorzos y de las proporciones, para dotar a los personajes de un dinamismo extraño y extremo, que hace que salten hacia fuera. Otras veces, la composición de la página es más ilustrativa, y entonces Zeberio demuestra que sus conocimientos técnicos son muy amplios. De hecho, conviene decir que se trata de un extraordinario dibujante en sentido técnico: sólo dominando mucho sobre color, perspectiva y composición se puede hacer según qué cosas.

Las páginas de Dios ha muerto tiene la cualidad de los artefactos extraños y únicos: fascina, atrapa e invita a no abandonarlas nunca. A través de una simbología textual Irkus (M) Zeberio construye un universo propio: pocas veces, de hecho, una obra inspirada en otra ha sido tan personal. Los animales de Zaratustra, la Vaca Multicolor, las cuevas y estancias antiguas… Tienen una rotundidad exuberante, y se funden en un mundo irreal de línea y mancha, de volúmenes y texturas, donde incluso se permite la vectorización como modelo de representación. Todo es posible, todo está permitido. Las imágenes de Zeberio tienen ecos antiguos y el poder de los símbolos arcaicos —como la obra de Nietzsche—, pero al mismo tiempo encabeza la vanguardia más brillante y no renuncia al humor. En ese equilibrio, en el que se han movido muchos otros artistas de vanguardia relevantes, desde Picasso a Miró—, es donde reside el poder y la importancia de Dios ha muerto. Su publicación en forma de libro, bajo una editorial como Bang Ediciones y no como una autoedición, tampoco puede pasarse por alto. Algo está cambiando si libros como éste o como Sirio (Fulgencio Pimentel, 2016), de Martín López Lam, pueden ver la luz en este formato, a través de circuitos comerciales más masivos. Es un paso adelante para la vanguardia, para el cómic menos narrativo en un sentido clásico, donde los valores a analizar son otros. Y es un paso efectuado sin peajes, sin suavizar el discurso. Zeberio no renuncia a nada en esta obra, al contrario: creo que es una cima para él. Y para el cómic español contemporáneo.