La felicidad inquieta (Lewis Trondheim)

Reseña publicada originalmente en la revista Dolmen, ligeramente ampliada para su publicación en Entrecomics.


La felicidad inquieta (Lewis Trondheim). Sins entido, 2010. Rústica. 128 págs. Color. 14 €

Aquí lo tienen: un título que no engaña. En esta serie, Lewis Trondheim disecciona su vida en pequeñas pastillas humorísticas de una página, solo que se deja fuera los momentos trascendentes y ofrece, simplemente, pequeñeces: echar un ojo a la fecha de caducidad de los espaguetis, reservar hotel en Barcelona o perder 40 euros jugando a las cartas son algunos de los momentos más emocionantes de este libro. No debe sin embargo asustarse el lector receloso de esa pequeña parcela de la novela gráfica que aborda la autobiografía desde el ombliguismo, la lamentación y la autocomplacencia, porque nada de eso hay en La felicidad inquieta. Aunque lo cierto es que a estas alturas, Trondheim ya no necesita coartadas. Ahí está La Mazmorra para canonizarlo como pope de la fantasía heroica más divertida, Lapinot para confirmar su buena mano en el costumbrismo disfrazado, Mis circunstancias y Desocupado para demostrar cómo llenar de interés la autobiografía de un tipo anodino. Este es el tercer capítulo dentro de la serie Las pequeñeces de Lewis Trondheim, tras La maldición del paraguas y El síndrome del prisionero, y precede al todavía calentito en las estanterías Mi sombra a lo lejos. A Trondheim no se le puede negar buena mano para los títulos, no. Tampoco se le puede negar la constancia y el tesón. Todos estos volúmenes, que se pueden leer independientemente, funcionan perfectamente por acumulación. No es que vayamos descubriendo cosas nuevas sobre Trondheim en cada tomo, es que tiene la decencia de ser coherente consigo mismo y somos capaces de predecir sus reacciones. Pero en este caso esa predictibilidad no es un defecto, sino una virtud. El dibujante se va convirtiendo poco a poco en un pariente lejano del lector. En concreto, en el tío loco, maniático e hipocondríaco.



Las historietas contenidas en este libro en este libro -y en el resto de la serie- juegan la baza de la cercanía y la identificación por parte del lector mediante el sencillo mecanismo de la ironía y el saber reírse de uno mismo. El autor reconoce implícitamente que su vida es feliz -vive rodeado de familia y amigos, trabaja en lo que le gusta, ha alcanzado el éxito internacional-, pero como buen pesimista, u optimista bien informado, como dicen algunos, no puede evitar vivir con el recelo de quien augura un próximo desastre. Vive, pues, una felicidad inquieta. Parte de la gracia, por supuesto, reside en que a menudo podemos reconocer nuestras paranoias en sus paranoias. Y al tiempo, darnos cuenta de que, tal vez, nosotros también somos felices.