Nightmare Alley (Spain Rodriguez)

Reseña publicada originalmente en Zona Negativa y ligeramente modificada para su publicación en Entrecomics.


Nightmare Alle (Spain Rodríguez). Drakul, 2009. Rústica. 136 págs. B/N. 15 €


Nightmare Alley es la adaptación al cómic de la novela homónima de William Lindsay Gresham, escrita en 1946 y llevada al cine con éxito al año siguiente con Tyrone Power como protagonista. En España la película se título El callejón de las almas perdidas, que sirve en esta edición como subtítulo. A tenor de lo que leemos en la muy interesante e informativa introducción del cómic, esta novela tendría mucho de autobiográfico, o al menos de descripción del entorno más cercano al autor, incluidos los problemas con la bebida o la necesidad de recurrir al engaño para sobrevivir. Nightmare Alley, el cómic, nace como parte de un proyecto de adaptaciones de novelas al lenguaje de la historieta dirigido por Bob Callahan y Art Spiegelman, en el que también estaría comprendido Ciudad de cristal, la adaptación de la novela de Paul Auster realizada por Paul Karasik y David Mazzucchelli. Finalmente Nightmare Alley no llegó a formar parte de aquel proyecto -pronto abortado- y pasó por otras manos antes de llegar a Spain Rodríguez, que se sintió tan interesado por él como para emplear siete años de su vida en adaptar (de manera intermitente) esta historia. Con sus 129 páginas dibujadas, es la más larga de la carrera del mítico dibujante underground.



Y no es de extrañar la fascinación de Rodríguez por Nightmare Alley. Se trata de una historia tan interesante, tan humana, tan dura y enraizada en el subconsciente colectivo del “crimen y castigo” y de -parafraseando a Bukowski- «la senda del perdedor», que es imposible destrozarla por mal que se adapte. Y lo cierto es que Rodríguez lo hace mal, muy mal. Con todos sus personajes envarados, sus perspectivas erróneas (cuando su dibujo trata de ser académicamente correcto), sus encuadres tan obvios como poco afortunados, su desidia en el diseño de la página, su poca habilidad a la hora de recrear texturas, su sobreabundancia de textos y, sobre todo, su torpeza narrativa, Rodríguez no consigue destrozar el relato ni disminuir el interés del lector en el mismo. Es cierto que en manos de un dibujante/guionista menos limitado posiblemente nos encontraríamos ante un cómic de dimensiones muy importantes, pero esto es lo que hay, y lo cierto es que el tebeo se lee con agrado e interés creciente a medida que avanza la trama. Para ponernos en situación, Nightmare Alley relata la paripecia de un pequeño timador -esa figura tan querida también por la novela negra nroteamericana- curtido en una feria de rarezas que remite en cierto modo a la terrorífica Freaks de Tod Browning. Este nada entrañable timador utiliza sus habilidades como charlatán para abrirse paso en la vida pisando las cabeas de sus semejantes. Como diría Groucho Marx, partiendo de la nada alcanza las más altas cotas de miseria… humana. Su inteligencia zorruna sólo es comparable a su avaricia y su ansia de poder, aunque también seremos testigos de algunos de los traumas de infancia y juventud que han llevado al personaje a convertirse en la escoria humana que es. Nos encontramos pues con una magnífica historia protagonizada por un personaje amoral, rompiendo así esa especie de mito que postula que el lector debe identificarse de algún modo con el personaje para lograr una implicación emocional. Por continuar con los símiles cinematográficos (por algún motivo me parecen acertados al hablar de este cómic) la ascensión del protagonista mediante el uso de la oratoria me recuerda aquella vieja película de Richard Brooks protagonizada por Burt Lancaster, El fuego y la palabra. Por supuesto, Nightmare Alley termina mal, y esto no es un spoiler porque no podía ser de otro modo: parte de la potencia del relato dependía de ese fatalismo.

Nunca pensé que pudiera recomendar fervientemente un cómic narrado con tamaña torpeza, y sin embargo lo hago: no dejéis pasar de largo Nightmare Alley.