Tekkon kinkreet (Matsumoto Taiyou)

Reseña publicada originalmente en la revista Dolmen, ligeramente ampliada para su publicación en Entrecomics.


Tekkon kinkreet (Matsumoto Taiyou). Glénat, 2008. Rústica con sobrecubierta. 616 págs. B/N. 20 €


Cuando se habla de autores japoneses influidos por el cómic europeo, casi siempre se menciona a Jiro Taniguchi. A la vista de los trabajos que hasta ahora nos han llegado de Matsumoto Taiyou (Tokio, 1967), también podemos añadirlo a él a la lista. Lo de Taiyou fue, al parecer, un flechazo, una revelación. Tras un viaje a Europa a finales de los años ’80, Taiyou regresa a Japón y serializa las más de 600 páginas de esta obra entre 1993 y 1994. De allí se trajo un estilismo que bebía directamente de algunos de los autores europeos más importantes de aquel momento, y que como ya mencionamos en su momento, no volveremos a hacerlo. No es únicamente el acabado del dibujo el que recuerda a estos autores, sino que la propia historia podía haber encajado perfectamente en la revista Metal Hurlant por su alta carga de experimentación y surrealismo, y también por esa especie de necesidad de encerrar una parábola tontorrona en cada historia que tantas veces lastraba los relatos de los franceses.



Pero no hay peligro, porque la parábola de Taiyou es lo suficientemente abierta y ambigua como para dotar al conjunto de una densidad especial y de más de una interpretación. Y al mismo tiempo, Taiyou destila en sus páginas algunas preocupaciones y temas de fondo típicamente orientales. Así, la hiperviolencia que ejercen los dos jóvenes protagonistas mientras defienden su barrio de la invasión yakuza, contrasta con el tono filosófico de muchos pasajes del cómic; el carácter impulsivo de algunos personajes se equilibra con el más reflexivo de otros; las preocupaciones metafísicas chocan con la acción más directa; la inocencia se enfrenta a la manipulación; la necesidad de cambio con la importancia de las raíces; el humor con la tragedia. Este juego de yings y yangs insinuado ya desde la portada y los nombres de los protagonistas, Blanco y Negro, será el motor de una historia subyugante, casi hipnótica, con ecos mitológicos y de fábula moral que posiblemente no signifique lo mismo para todo el mundo.