Pagando por ello (Chester Brown)


Pagando por ello (Chester Brown). La Cúpula, 2011. Cartoné. 300 páginas. B/N. 26 €

Chester Brown es uno de los autores de novela gráfica más importantes de los últimos veinte años. Pero Chester Brown es también un tipo… peculiar. Y empiezo la reseña de esta manera porque ambas cosas las tendremos que tener en cuenta para analizar su última obra: Pagando por ello.

Pagando por ello trata justamente de lo que parece: es un relato autobiográfico de las experiencias de Brown como cliente asiduo de prostitutas durante varios años. Todo empieza cuando su novia rompe con él y entonces comienza a replantearse ciertas ideas asumidas sobre el amor romántico y el sexo. Y llega a la conclusión racional de que el primero no lo necesita y el segundo lo puede conseguir pagando. A partir de ahí, se esmera en contar todos los pormenores de sus experiencias con las mujeres a las que recurre, incluyendo los detalles más aparentemente nimios, así como sus pensamientos mientras lo hace, con un inteligente uso del globo de pensamiento, tan denostado en nuestros días, en lo que supone un ejercicio de sinceridad no diremos inédito —su amigo Joe Matt sabe mucho de eso— pero si realmente raro. Especialmente cuando está follando, a veces sus pensamientos son excesivamente duros, incluso algo despectivos si la chica no le gusta —“me siento mal por ella, pero no lo suficiente como para dejarle una propina”—, pero del mismo modo con otras entabla conversaciones naturales, e incluso, al final, mantendrá una relación regular con una de ellas. La obra se enriquece con las conversaciones que mantiene tanto con su antigua pareja, Sook-Yin, como con sus amigos Seth y el ya citado Matt en torno a la cuestión de la prostitución. A través de ellas Brown plantea un diálogo consigo mismo y con el lector que le sirve para defender sus argumentos sin caer en el monólogo doctrinario. Dando voz a las opiniones contrarias pretende argumentar sus verdades y dejar claro que son únicamente suyas. Y la verdad es que es un recurso que funciona muy bien; de hecho, en los apéndices finales, donde resume su posición frente a la prostitución, hace lo mismo: pone en boca de personajes estereotipados dibujados en pequeñas viñetas los tópicos usuales sobre el sexo de pago y los refuta en textos en prosa.

Para contar su experiencia y en última instancia plantear un debate que él cree necesario, elige hacerlo con un formato determinado: Pagando por ello es prácticamente un documental que busca la objetividad y huye expresamente del sentimentalismo. Y Brown puede hacerlo gracias al absoluto dominio que ha logrado de las herramientas que la historieta pone a su disposición. En cuanto a esto, sin duda estamos ante su obra más perfecta. Su trazo, depuradísimo, recuerda al excelente Louis Riel, un tebeo con mucho de documental, y del que también toma una serie de soluciones gráficas necesarias. Por ejemplo, las viñetas pequeñas, en plantilla de dos por cuatro —en unas páginas además que son pequeñas—, y el predominio casi absoluto de un plano medio, técnicas ambas que evitan la excesiva introspección psicológica y la caída en situaciones melodramáticas. Brown es frío porque elige serlo, porque necesita serlo para que su discurso y sus objetivos no se pierdan entre escenas morbosas que distraerían la atención y convertirían el tebeo en lo que no es. Por eso acertadamente dibuja las abundantes escenas de sexo con los mencionados planos medios y sin ningún tipo de erotismo, como si los personajes estuvieran hablando mientras toman un café.

Otro uso llamativo de los recursos del cómic lo encontramos en la manera en la que Brown guarda celosamente la identidad de las prostitutas: jamás vemos sus caras, ya sea por el encuadre de la escena o porque los cartuchos y bocadillos le tapan la cara, en el equivalente al pixelado que se usaría en televisión. Brown, como por otra parte es habitual en su obra autobiográfica, se dibuja siempre con la misma cara pétrea e inexpresiva.

El resultado que obtiene Brown me parece espectacular. El despliegue técnico, si bien no es ostentoso, es impecable, perfecto. Y la manera en la que el autor presenta sus tesis y plantea un debate, al tiempo que se expone a sí mismo y sus experiencias, no todas socialmente aceptadas, es novedosa por completo, y funciona sorprendentemente bien. Otros autores posiblemente habrían recurrido a un personaje que dialogara con el lector en primera persona, a la manera de ensayos en cómic como Entender el cómic o Alicia en Sunderland, pero Brown, apoyándose en su madurez como autor, encuentra un sistema inteligente y ágil, que consigue, por lo menos en mi caso, su cometido: realmente plantea preguntas en torno a la prostitución y hace que uno se replantee su postura personal al respecto, sean cuales sean. Este año va a haber mucha competencia, pero para mí, de momento, de lo mejorcito que se ha publicado en España, además en una edición impecable por parte de La Cúpula, totalmente fiel al original.