La gigantesca barba que era el mal (Stephen Collins)

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La gigantesca barba que era el mal (Stephen Collins) La Cúpula, 2014. Rústica con solapas. 20,4 x 28 cm. 252 págs. B/N. 23 €

La utopía es ese lugar perfecto en el que vivir, creado en la mente de los hombres. Dependiendo de la ideología y de las creencias de aquel que la piensa, es sin lugar a dudas el espacio perfecto para la crítica a cualquier tipo de sociedad, donde mejor cabe, sin ningún tipo de dudas, una doble articulación narrativa para hablar sobre lo deseable y la pérdida del libre albedrío.

Utopía (1516) de Tomas Moro fue la obra que abrió la subcreación de este tipo de espacios sociales dibujados en torno a lo ideal de una sociedad. Dicho volumen, concretamente el libro 2, está dedicado a las estructuras sociales y políticas, gobierno, religión, educación, costumbres y el día a día de la isla en cuestión. Sin embargo, a pesar de los avances en aspectos sociales en la obra de Moro, encontramos aspectos que, a día de hoy, podemos considerar como distópicos, como es el caso de la esclavitud. Años después, en 1521, aparecería Wolfaria de Johann Eberlin von Günzburg, la primera utopía protestante en la que todo estaba bajo el control del estado y cualquier delito menor estaba penado con la muerte. Es decir, una perversión de lo que hoy día podemos considerar como un territorio utópico en el que el hombre debería de estar por encima de valores como estado y religión.

Todos estos simulacros de sociedades ideales suelen ir acompañados de mapas, ya que esa idea de lo deseable empieza con una organización especial de los lugares en los que se desarrollan esas ficciones, y eso es precisamente lo que nos encontramos en las primeras páginas de La gigantesca barba que era el mal de Stephen Collins. Un plano que lejos de ser una cartografía compleja del espacio que se nos va a narrar en las páginas que siguen es una especie de ouija que tiene en el centro un ovalo con un inquietante “Aquí” y unos confines marcados con unos amenazadores “Allí”. El territorio de “Aquí” está rodeado por un mar que, cuando llega a los bordes de “Allí”, viene delimitado como “El límite del mar”, convirtiendo dicho mapa no en la representación de un espacio geográfico único sino de la totalidad del mundo conocido en esa narración.

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Esa concepción diametralmente opuesta del “Aquí” y el “Allí” viene a ser una plasmación de la narración del otro, del desconocido o de aquello que no es común en una sociedad completamente reglada, compartimentada y estéticamente sesgada tal y como se nos muestra en el relato. Este título nos cuenta la historia de Dave, un salary man al uso, que lleva una vida gris interpretando gráficas caóticas en una empresa en la que nadie sabe cuál es la actividad a la que se dedica. Es decir, el paradigma de la anomía laboral. La vida en “Aquí” es, en esencia, rutinaria desde los aspectos laborales, incluyendo los momentos recreativos y sociales de los habitantes de la isla. Hasta que la barba que da título a este libro hace acto de presencia en la cara de Dave. Se trata de una representación de una distopía dentro de esa especie de utopía de lo mediocre representada por Collins, que obliga a todos los ciudadanos a cambiar sus rutinas, desde la ruta que toman para ir al trabajo hasta el primer conato de libre albedrio que sufre la isla en cuestión: el ir a ver la increíble y maléfica barba que nace en la cara de Dave sin guardar fila ni un orden concreto, tan solo como una masa con vida propia.

Sin embargo, este relato se aborda desde un aspecto próximo a lo fantástico en el que podemos encontrar aspectos cercanos a Lovecraft y lo innombrable, ya que nadie sabe qué es lo que significa esa barba que no para de crecer y crecer hasta el punto de poner en peligro la integridad física de la isla y de sus habitantes. Pero lo que no perciben ni los gobernantes de la isla ni los investigadores que estudian el caso es el giro social generado: el cambio de costumbres, la desaparición de la rutina o el interés apasionado sobre un tema en concreto. Como en todas estas situaciones, los cambios se producen no en la generación que vive el evento sino en la siguiente, que es la que asimila la variación de costumbres.

La gigantesca barba que era el mal es una historia que nos habla de unaa transformación en la mentalidad y del rechazo de las sociedades utópicas que buscan idealizar la condición humana bajo unos parámetros preestablecidos. Todo bajo una estética cercana al cuento que, de manera intencionada, busca cierta digresión entre la forma y el fondo. Sin buscar ser social, lo acaba siendo. Y es que, a través de las formas del cuento, acaba siendo algo más.