Kovra 6 (VV AA)

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Kovra 6 (VV AA). Ediciones Valientes, 2015. Rústica. 14,8 x 21 cm. 224 págs (incluye 2 pósteres). B/N. 15 €

La labor de Ediciones Valientes dando a conocer en España a jóvenes autores de circuitos alternativos de todo el mundo merece un monumento. Bueno, un monumento es algo un poco rancio, pero al menos una ronda de cerveza y más reconocimiento por parte de todo sí debería tener. Dentro de esa labor que pasa injustamente desapercibida entre público y crítica tiene un lugar central el fanzine colectivo Kovra, que acaba de alcanzar este mismo mes su sexto número.

Esta entrega, que podría ser la última según nos comentó Martín López Lam —responsable del sello— a Octavio Beares y a mí mismo en una entrevista publicada en CuCo, Cuadernos de cómic, continúa la línea ascendente de Kovra y es, en mi opinión, el mejor de sus números. Sobre todo por la calidad media de las historietas que contiene, pero también porque es el que lleva más lejos la vocación internacional de la cabecera. Este número contiene páginas de autores de catorce países diferentes de Latinoamérica y Europa, y son países, en la mayoría de los casos, que no albergan mercados potentes ni tradiciones historietísticas fuertes. Incluso en los casos de mercados secundarios como Argentina o España es evidente el desarraigo de los jóvenes autores que se sienten mucho más apegados a las corrientes alternativas que al cómic clásico de sus respectivos países. De ahí viene esa amplitud de miras de todos ellos, que publican con frecuencia en fanzines de otros países y crean así un circuito underground que se mueve por internet y por los cada vez más frecuentes encuentros de autoedición.

El Kovra se ha constituido, con sus seis números, en uno de las mejores ventanas a ese circuito que a mí cada vez me interesa más, por la calidad que aprecio, pero sobre todo por la frescura, por el descaro con el que chavales y chavalas se lanzan a dibujar páginas sin estar atados a falsas ideas de lo que el cómic debe ser, sin lastres raros, sin tener en cuenta qué pensará el aficionado medio ni tener que rendir cuentas de su comercialidad a un editor. Es un sector del medio cada vez más vivo e importante, e ignorarlo me parece un grave error.

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Por otro lado, Kovra es a día de hoy una de las pocas oportunidades de leer en España a muchos de sus colaboradores. No hay obra publicada por editoriales grandes de varios de ellos, e incluso hay países que brillan por su ausencia en las librerías españolas, como es el caso de México, Suecia, Brasil o Croacia. Sólo por eso ya merece la pena adquirir este fanzine de más de doscientas páginas.

Pero entremos ya de lleno en su contenido. Tras leerlo, me da la sensación de que deliberadamente o no se ha alejado de cierto revival del underground fundacional que podía apreciarse, sobre todo, en el cuarto número, para profundizar definitivamente en el cómic más vanguardista. Temática costumbrista sigue habiendo, pero también se encuentra un gran número de colaboraciones que no incluyen una historia propiamente dicha, que no se pueden encuadrar en nada más que en el registro personal de sus respectivos autores y en los que la peripecia no importa o no existe. Lo gráfico se apropia del espacio y el cómic aprovecha así la potencia del dibujo, tantas veces encerrado en una concepción naturalista influida por el cine. Entre los autores experimentales que más me han gustado están Pedro Moura y Amanda Baeza, de Portugal, que narran la creación del mundo a manos de Dios, y sobre todo las páginas —que aparecen intercaladas entre historias largas— de Carlos González Boy, cuyo estilo mecánico y deshumanizado me ha recordado a Yokoyama. Otras aportaciones son gráficamente interesantes pero las veo faltas aún de cierta concreción, como es el caso de Santi Z, por ejemplo.

En un campo narrativamente más convencional —pero también tendente al experimento— se encuentran sin embargo algunas de mis historias favoritas de Kovra. Por ejemplo, la de Ulli Lust —nada menos—, la autora más conocida de las que participan en el fanzine y una razón en sí misma para hacerse con él. Su historia de la visita de una joven dibujante a un club donde practicar sexo sin ningún tipo de tabú más allá de la libre voluntad de cada individuo es maravillosa y excitante, y obliga a los lectores y las lectoras a cuestionar sus propios tabúes y deseos. «Manos de alien», del mexicano Mou es tremenda y morbosamente repugnante: el relato en primera persona, con textos y dibujos minuciosos, de un chico que se muerde las uñas hasta hacerlas desaparecer. Los dedos resultantes lo convierten en un maestro de la masturbación anal que se rifan todas las mujeres. Álvaro Nofuentes firma otra de mis favoritas, una historia que tiene mucho en común en cuanto a tono y uso de texto en primera persona con la de Mou y que muestra los deseos sexuales y el proceso mental en el que se debate un chico que piensa en la infidelidad de una manera interesantísima, que mezcla el texto con iconos, Chris Ware mediante. Martín López Lam no decepciona y publica una de sus mejores historias cortas, un relato oscuro de amistad interesada y enfermiza teñida de drogas y alcohol, dibujada en su registro más barroco y opresivo pero con salidas de tono —especialmente en las expresiones faciales de su protagonista— casi violentas. Las últimas páginas son escalofriantes y técnicamente brillantes.

La primera historia de Agnieszka Piksa —y textos de Vladimir Palibak—, de Polonia, es un experimento que mezcla dibujo con fotografía para hablar de cómo vemos a las posibles civilizaciones extraterrestres, entre la reflexión filosófica y la ironía. También hay una buena historia muda de Andrés Magán, el autor de Griza Zono, y la firma colectiva No tan parecidos firma una rara y hermosamente lírica historia con un estilo basado en la mancha muy atractivo.

Cierro el repaso no exhaustivo con dos de mis historias favoritas de este Kovra. La primera es del siempre interesante Berliac, que emplea ese registro reciente suyo que resucita de una manera increíble el gekiga japonés de los años 50. Y la segunda es de uno de los autores españoles más interesantes de la actualidad: Peter Jojaio, un auténtico camaleón capaz de dibujar con trazos maquinales o soltarse y dar rienda suelta al caos gráfico más radical, como hace aquí.

En conjunto, una de las cosas que me resulta más interesante de este Kovra es cómo le toma el pulso a su tiempo desde los intereses y valores de una generación: una visión cínica y amarga de una realidad marcada por una crisis que no deja salida, desconfianza hacia lo social y las relaciones de pareja y de amistad, interés en una espiritualidad nueva, libre de jerarquías y morales regladas, sexo totalmente desprejuiciado y libre…

Como es habitual, Kovra 6 subraya su vocación internacional ofreciendo muchas de las historias en inglés subtitulado al pie, pero además en esta ocasión se entrega un cuadernillo aparte con la traducción en inglés de los textos en español del fanzine. No es la mejor de las maneras de leer cómic, pero me parece una buena opción para que lectores de todo el mundo puedan acercarse al contenido de un Kovra que, de confirmarse que cierra la serie, no podría ser mejor colofón para el que ha sido, durante sus seis números, uno de los mejores fanzines publicados en España.