Tea (María Herreros)

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Tea (María Herreros). Diminuta Editorial, 2015. Rústica con solapas. 21 x 14 cm. 64 págs. Bitono. 8 €

Tras el prometedor pero aún inmaduro Negro viuda, rojo puta, la ilustradora María Herreros volvió a la carga con un nuevo cómic, esta vez en el seno de Diminuta Editorial, uno de los pequeños sellos que más están apostando por nuevos formatos y autores y autoras jóvenes. Tea es un pequeño libro del subsello Lilith Books que he disfrutado mucho, quizá porque he tenido la sensación de que Herreros ha buscado salirse de los lugares comunes y llegar a un sitio nuevo.

Y, desde luego, la historia es sorprendente: Tea es una niña que vive en el futuro, cuya madre es un tiranosaurio y su mejor amigo/a es un marciano. El dibujo, tan espontáneo e íntimo como en su anterior cómic, sin embargo parece al mismo tiempo más maduro. Y se recrea en él sin tapujos: deja que sea el dibujo el que narre muchas secuencias, sin palabras, se detiene en los detalles, introduce páginas donde sólo dibuja un objeto de ese futuro entre la serie B y la especulación onírica, tan atractivo.

La elegancia del dibujo de Herreros estiliza ese futuro hasta desdibujarlo, lo cual es un acierto porque lo que importa en Tea no es, por supuesto, la ambientación, sino lo íntimo y emocional. En el fondo —y en la superficie, en realidad—, lo que importa es el rito de paso, el tránsito de la niñez a la vida adulta, en un escenario de marcado enfrentamiento entre madre e hija. El escenario añade matices y alegoría, símbolos a veces transparentes —la furibunda madre es un dinosaurio— y a veces más ambiguos —las cerillas que Tea encuentra en el cajón—. Pero en esencia lo que tenemos es una adolescente enfadada con el mundo, que descubre algo sobre su madre que provoca un cambio en ella, que a su vez atrae la atención de seres extraños —en el doble sentido de «raros» y «extranjeros»—. Es la historia de una rebelión.

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Con la probable influencia de la excelente Aisha Franz, María Herreros ha desarrollado su propia sensibilidad y su propia manera de hacer las cosas. Su dibujo a lápiz, fino, elegante, icónico, matizado por un bitono sutil, refleja las dudas de la adolescencia codificadas en un futurismo retro y extraño, con trazas de sueños ilógicos. Lo que más me ha gustado de Tea es la manera en la que lo fantástico habla no de nuestra sociedad, como es habitual en la buena ciencia ficción, sino de lo personal, del mundo íntimo de una autora aún joven, pero que promete obras cada vez más sólidas.