Gran danés (Julia Huete)

Gran danés (Julia Huete). Fosfatina, 2016. Periódico. 21 x 29. 16 págs. Duotono. 6 €

Julia Huete forma parte de la vanguardia más fresca del cómic español, sección gallega: adscrita a la órbita de Fosfatina, donde ha publicado varios trabajos, se relaciona artísticamente con gente como Andrés Magán, Begoña García-Alén o, quizá más lejanamente, José Ja Ja Ja y Roberto Massó. Huete experimenta, alejada de la narración tradicional, y se aproxima al cómic desde una perspectiva artística radical, cercana al formalismo, con toques de vanguardia pictórica, e incluso con algo de abstracción. Sus experimentos formales, basados en el espacio de la página, la mancha de color y la línea pura —que podemos ver, por ejemplo, en El jardín devastado— me habían resultado muy interesantes, pero todavía propios de una aspirante a algo contundente.

Y ese algo acaba de llegar en la forma brillante y hermética de Gran danés, publicado dentro de la colección Fosfatina 2000 y, por tanto, impresa en risografía, con tinta verde. En este título, Huete adopta una composición de página de seis viñetas regulares, que luego va modificando, pero siempre con un pie de página con texto, en una tipografía irregular, como si se hubiera impreso con tipos móviles defectuosos. Las texturas son cruciales para crear una atmósfera envolvente: rayado, punteado, difuminado… El verde brillante refuerza la sensación de extrañeza, y hace que lo que es en principio algo muy normal, una pareja, posiblemente adinerada, que vive en una lujosa casa de campo, se nos aparezca como algo casi extraterrestre.

Se ha insistido mucho en la necesidad de que el cómic cuente “una buena historia”, que no sea sólo un buen dibujo. En un paradigma narrativo clásico y naturalista, en el que el cómic adopta el concepto de ficción de entretenimiento de la literatura pulp primero y del cine comercial después, esa insistencia tiene sentido, claro. Pero siempre hay otras vías, que en tanto menos transitadas, se revelan ahora como las más interesantes del cómic actual. El que quiera contar una buena historia, por supuesto, puede hacerlo, y no es nada sencillo. Pero sí que es algo con suficientes antecedentes como para saber por dónde moverse. Lo interesante, lo fascinante del cómic de vanguardia no narrativo —o no principalmente narrativo— es que se están moviendo por un territorio casi inexplorado, más allá de las incursiones de un puñado de exploradores solitarios que la historia del cómic ha designado como anomalías.

Huete tiene que inventar, quiera o no, su propia manera de hacer las cosas. Su cómic cuenta muchas cosas, desde luego, aunque la historia se resuma en cuatro palabras. Nos habla de la pérdida, provocada por el azar, que es capaz de cambiar una vida. La fantástica elipsis —gráfica y textual— que separa la felicidad del vacío es solo uno de los muchos recursos que pone sobre la mesa una autora que sabe moverse en lo gráfico, y transmitir a través de elementos visuales y diversos efectos sensaciones, estados mentales y emociones. Todo aquello que un dibujo realista acompañado de diálogos sería incapaz de transmitir, porque hablamos de cuestiones que no pueden verbalizarse, como el simbólico derrumbe de la vida propia cuando muere el ser querido. Es en ese momento en el que, para expresar lo inexpresable, el dibujo de Huete se deforma, corta los escasos lazos que tenía con la figuración y se sumerge de lleno en el terreno simbólico-abstracto, para mostrar el vacío, o el “tiempo desbordado”. La realidad se desintegra, el orden se transforma en caos. Para simbolizarlo en un contexto gráfico, nada mejor que subrayar el artificio: los objetos dibujados son un conjunto de líneas y manchas que nuestro ojo lee como objetos. Basta separar esas líneas o descolocarlas para caer en el desorden y la anarquía, para descolocar a los lectores, que ya no saben dónde están… lo gráfico nos ha llevado a un viaje alucinante, hipnótico, en el que del vacío y el caos solo nos salva el amor de un gran danés que se mantiene gráficamente establece entre la descomposición general.

Gran danés es ya una muestra de cierta madurez creativa, y es la obra de una autora que ha explotado definitivamente y se sitúa en el grupo de cabeza de una vanguardia joven, fresca, descarada, sin deudas pendientes con el medio, sin conceptos previos que lastren su viaje. Una de las grandes satisfacciones que tiene ser crítico de cómics aquí y ahora es descubrir hasta dónde llegará esta generación.