María lloró sobre los pies de Jesús (Chester Brown)

María lloró

María lloró sobre los pies de Jesús (Chester Brown). La Cúpula, 2016. Rústica. 10,8 x 19 cm. 288 págs. B/N. 17,90€

El giro en la carrera de Chester Brown que tuvo lugar en Louis Riel (La Cúpula, 2006) es uno de los más interesantes del cómic americano adulto. Brown, uno de los más destacados autores autobiográficos, decidía contar la historia de un político canadiense del siglo XIX. Paralelamente, comienza a realizar obras relacionadas con la Biblia. No fue un simple cambio de intereses, sino que también implicó un cambio en su estilo de dibujo: transformó un trazo limpio pero irregular en una suerte de línea clara muy cerrada, de entintado sólido que delimita personajes cartoonescos, que parecen subrayar la condición de reconstrucción e interpretación personal por parte del autor de los hechos narrados. No es casual que las incursiones de Brown en la ficción pura sean escasos, y la muestra más significativa sea una locura maravillosa como Ed, el payaso feliz (La Cúpula, 2006), sin estructura narrativa clásica. Por el contrario, Chester Brown siempre ha estado interesado en la realidad, aunque haya pasado de la literatura del yo a cierto tipo de obras más asimilables al ensayo. Lo cual no quiere decir que el autor no ponga mucho de sí mismo en sus últimos libros, y no me estoy refiriendo solamente a sus experiencias directas narradas en Pagando por ello (La Cúpula, 2011), sino también al hecho de que está tratando temas de máxima importancia para él, y lo hace bajo su óptica particular y desarrollando sus tesis y sus ideas. Y no hay nada más importante que las ideas para alguien como Chester Brown, un lógico absoluto que parece tener una necesidad por establecer la supremacía lógica de su verdad que calificaríamos de desesperada si eso no entrara en contradicción con la actitud calmada y estoica ante la vida que tiene este hombre, al que sus amigos más cercanos apodan «el robot».

Creo que la tercera obra de esta trilogía oficiosa de ensayos, recién publicada por La Cúpula y titulada María lloró sobre los pies de Jesús, es el mayor logro en este camino por parte de Brown. Es una obra rica y sugerente, tan desafiante como Pagando por ello pero incluso a más niveles, porque no habla sólo del tabú de la prostitución, sino que lo entremezcla con una lectura de la Biblia y del cristianismo aguda y provocativa,  aunque, precisamente, Brown no esté interesado en provocar, más allá de la reflexión. Formalmente, María lloró… es un ejercicio de concisión narrativa monumental. El libro, pequeño y alargado, recuerda a una Biblia, circunstancia potenciada en la edición original —la que estoy manejando— por la tapa dura, el lomo de tela y la baja calidad de un papel malo, lleno de impurezas. Cada página tiene un máximo de cuatro viñetas regulares, en las que abundan los planos medios y primeros planos. Creo que no hay ni una sola viñeta contemplativa, ni ninguna en la que no aparezcan seres humanos: todo es acción o diálogo, y no hay nada que no esté medido al milímetro. Ni uno solo de sus elementos se puede considerar puramente ornamental. Brown hace un uso muy inteligente de la elipsis, mediante cartelas ovaladas con asépticas frases que permiten saltar en el tiempo tanto como sea necesario, como sucede en cualquier narración oral, que en el fondo es la fuente de los textos bíblicos.

Varias son las tesis que sostiene y desarrolla Chester Brown en relación al cristianismo y a la Biblia. Para empezar, es necesario decir que se ha empapado a conciencia de la bibliografía de estudios bíblicos disponible, y ha buscado diferentes puntos de vista y desarrollado su propias ideas. En las abundantes e imprescindibles notas del libro, Brown se define como un hombre religioso, pero, desde luego, su concepto de la religión tiene más que ver con una deducción lógica que con la fe. Se siente cercano a Jesús pero rechaza la religión católica porque está convencido de que su mensaje original fue tergiversado tras su muerte por los primeros padres de la Iglesia para ajustarlo a su visión social. Por eso, en primera instancia, el libro es un alegato que se cuestiona la obediencia a Dios como dogma, y expone que éste, en la Biblia, valora el libre albedrío por encima de la obediencia servil. Las leyes, dice Brown, se siguen porque es práctico y recomendable seguirlas, pero su observancia no está relacionada con la buena práctica religiosa. De hecho, su ruptura es varias veces premiada por Dios, según la visión de Brown. Las ideas de Jesús se basaban en el amor y en el respeto, no en la obediencia ciega. A partir de esa premisa, Brown se hizo una pregunta relacionada con uno de sus intereses más importantes: ¿aprobaba Jesús la prostitución? Ésa es una de las grandes preguntas que intenta resolver con su libro —siempre desde la certeza de que en este campo sólo cabe la interpretación, no resoluciones cerradas—; la otra gran pregunta que se hace está estrechamente relacionada, e implica que María, la madre de Jesús, fue prostituta. Esto, que a priori parece un disparate desde nuestro actual modo de ver la religión cristiana, es defendido de forma coherente por Brown: no está tirando de un puñado de magufadas sin base. Maneja bibliografía, señala problemas de traducción —un aspecto crucial en la exégesis bíblica— y, sobre todo, realiza un ejercicio de deducción lógica impecable. Lo que dice podría no ser cierto, y, de hecho, jamás podremos comprobarlo, pero desde luego su razonamiento es sólido y no falla una vez que asumimos la premisa de partida. Todo tiene sentido: si su madre fue prostituta, se explicaría que Jesús tuviera una simpatía especial por ellas y, desde luego, que no censurara sus actividades.

maría lloró interior

Esto no significa que no haya una buena dosis de especulación, por supuesto. De hecho, lo que resulta interesante de las historias de este libro es que son reinterpretaciones hechas por Brown a partir de su proceso de investigación. Al contrario que Robert Crumb, que elegía la traslación literal del Génesis para enfatizar determinados aspectos del mismo, Brown tiene que introducir nuevos elementos, plausibles pero inexistentes en los textos originales. Sus elecciones de pasajes tienen que ver con su tesis, obviamente. El capítulo «Mateo» es la clave, porque presenta al evangelista ante un problema importante durante la redacción de su texto: todas las evidencias indican que María era prostituta, pero Mateo sabe que sus compañeros cristianos están en contra de la prostitución, de modo que decide inventar una genealogía para Jesús en la que introducirá dos mujeres prostitutas y otras que, sin serlo, tuvieran comportamientos que se identifiquen con esa profesión. El monólogo interior del antiguo apostol es, en realidad, una proyección de lo que Brown cree que pudo pensar, y, efectivamente, es tan lógico que parece posible, aunque no podemos olvidar un detalle: para que eso sea así, Mateo tendría que haber tenido una mente tan analítica y deductiva como la de Chester Brown.

A través de esa suposición es como Brown llega a la conclusión de que tiene que contar, por un lado, historias que demuestren que Dios premia la desobediencia y la vida relajada: en esa línea, encontramos «Caín y Abel», «La parábola del hijo pródigo», «La parábola de los talentos» y «Job». En las dos parábolas, además, es premiado aquel que gasta su dinero en prostitutas —la versión de «La parábola de los talentos» es la incluida en el Evangelio de los nazarenos, no la que relatan Lucas y Mateo—. Por otro lado, el autor recrea las historias de Tamar, Rahab, Ruth, Betsabé, María de Betania y María, la madre de Jesús. El hilo conductor de todas estas historias es la relación directa o indirecta de todas las protagonistas con la prostitución, pero también evidencia el potencial valor del sexo como herramienta de poder, y refleja, al menos en algunos casos, la fuerte personalidad de algunas de esas mujeres, que libremente decidieron dedicarse a la prostitución, pese al estigma social que acarreaba en algunos casos —a pesar de que Brown también habla de prostitutas sagradas.

María lloró sobre los pies de Jesús es un título fascinante, más allá de si se está de acuerdo o no con la visión de Brown, que se retrotrae a un supuesto cristianismo original y primitivo, antes de que se fijara el canon de textos y la influencia de Pablo y los cuatro evangelios escogidos dominaran la interpretación del pensamiento original de Jesús, que tan sólo podemos indagar mediante lecturas oblicuas de los textos oficiales y la recuperación de los apócrifos. Se trata de un trabajo de investigación plasmado gráficamente de un modo brillante, equilibrado y de tono estudiadísimo, fruto de un trabajo de síntesis y depuración del estilo que, aunque no transite el mismo camino, yo emparento con el proceso llevado a cabo por Max. No es lo único que tienen en común dos autores que ideológicamente pueden ser la noche y el día, pero que, sin embargo, llevan años interesados en las obras de tesis, en la plasmación de sus inquietudes intelectuales y sus filosofías de vida en sus propios cómics, que no son ficción pura pero tampoco son autobiográficos. En el caso que nos ocupa, el de Brown, creo que con este libro alcanza una cumbre a la que no llegaban sus anteriores —y magistrales— intentos: la altura, la profundidad y las repercusiones de María lloró sobre los pies de Jesús son de obra maestra.