MW (Osamu Tezuka)

mw.jpg
MW (Osamu Tezuka). Planeta, 2005. Rústica. B/N. 592 págs. 19,95 €

Lo cierto es que el que suscribe no es un gran entendido en manga. Y no es por falta de ganas, no, sino todo lo contrario. Es tan grande la oferta, tanta la variedad de temas, que me da miedo aficionarme y acabar de arruinar las ya exiguas arcas de mi tesoro. Pero de vez en cuando, alentado por los comentarios elogiosos que sobre algunas obras se encuentran en la red, me permito unos caprichitos: un Taniguchi por aquí, un Maruo o Hino por allá, y como no, algún que otro Tezuka que por algo es conocido en su Japón natal como “El Dios del Manga”. Y series como Adolf o Buda muestran el por qué de este calificativo, además de las desconocidas por mí Astro Boy y Fénix que parecen ser sus obras más emblemáticas. En este caso la cosa pintaba bien: una larguísima historia (casi 600 páginas) reunida en un solo volumen a precio razonable, como a mí me gusta. Adelante.

Tezuka, además de por ser tremendamente prolífico, se caracteriza por su amplitud de miras y la gran variedad de temas que aborda, y esta obra se enmarca en lo que podríamos llamar “el Tezuka oscuro”, explorando el lado sucio del alma humana en sus más variadas manifestaciones. Corrupción, muerte, tortura, engaño, sadismo, además de otros temas considerados en su momento y lugar como tabú, como la homosexualidad y la religión, son abordados con total libertad por el autor en este álbum-tocho que no deja títere con cabeza. Nos encontramos pues ante una obra de autor, sin presiones editoriales ni de otro tipo (salvo las comerciales, obviamente), por lo que sólo se podrá culpar a Tezuka de los aciertos y fallos de la misma.

Con un comienzo trepidante que te atrapa y te deja pegado a la butaca (del avión, en mi caso), la intriga no hace sino aumentar página a página… al menos durante los dos primeros tercios del libro. Haciendo un resumen muy somero, la historia trata de un bello y tremendamente astuto joven, Yûki, cuyo único objetivo en la vida es infligir el mayor dolor posible al mayor número de personas posible. Su maldad es tan extrema que para explicarla Tezuka recurre a un “accidente” (que será relevante además en el desarrollo de la historia e irá cobrando importancia a medida que avanza la trama) que le trastorna para llevarle a un estado cercano a una locura lúcida y sádica, ya que es difícil imaginar un ser humano con una moral tan abyecta. Vamos, que cuando pensamos que ya no se puede ser más cruel, el protagonista se saca una nueva atrocidad de la manga que crea una línea ascendente de emoción en la historia. Sin embargo, la idea que al final trasciende es la extrema maldad, corrupción e hipocresía presentes en la sociedad, de la cual el protagonista no es más que un reflejo y una víctima. Tezuka arremete sin miramientos contra la cúpula política de su país y contra los tejemanejes en la sombra llevados a cabo por políticos, banqueros y militares que generan un intenso dolor en una sociedad inocente e ignorante.

Para aumentar la intriga, se nos muestra, aunque esto es probablemente lo menos logrado de la obra, la investigación policial destinada a detener al sádico Yûki. La imaginación de Tezuka para elaborar nuevas situaciones es sorprendente, aunque en ocasiones hay que reconocer que la trama chirría un poco y pierde credibilidad, pero la narrativa es tan inteligente, el dibujo tan expresivo, que perdonamos con facilidad estos pequeños fallos. Como trasfondo está siempre presente la posibilidad de la redención del protagonista, encarnada en su único amigo, el padre Garai, un cura católico que acompañaba a Yûki en el momento del accidente y que desde entonces vive una tormentosa relación éste. Aunque es incapaz de evitar que cometa atrocidades, en cierto modo comprende los actos de Yûki e intenta por todos los medios devolverle al buen camino, aunque sólo consigue verse envuelto en la espiral de muerte y destrucción generada por su amigo. Es el único ser humano que el protagonista no odia y que hace que mantenga un vínculo con la realidad, y es la voz de su conciencia, aunque se niegue a escucharla.

Como comentaba anteriormente, durante casi toda la obra la historia funciona muy bien: continuos giros de guión que suman enteros a la trama, buena caracterización de los personajes, gran dibujo… Pero la cosa parece que se va desinflando a medida que nos adentramos en la recta final del libro. Tezuka trata de abordar demasiados temas, trata de abarcar todos los aspectos de la maldad humana, y la cosa acaba de algún modo por perder cohesión y continuidad. Algunos capítulos, como el de las bombas, parecen metidos con calzador y no aportan nada relevante a la peripecia del protagonista, más que remarcar lo ya obvio, su infinita maldad. Tampoco el final está a la altura de las expectativas creadas, siendo bastante predecible y falto de emoción. Claro, que era difícil crear un final que superase el nivel de tensión y creatividad del resto de la obra, todo sea dicho.

Tezuka narra como los ángeles, es capaz de pasar de un estilo de dibujo realista a otro casi disneyano sin generar extrañeza en el lector, es capaz de imponer su ritmo trepidante, de hacer bellos los momentos adecuados y de cargar de oscuridad y dolor los momentos más crueles, da la impresión de inventar un nuevo recurso narrativo cada cinco minutos, y consigue que las 600 páginas del cómic se lean prácticamente de un tirón sin dificultad. Posiblemente la obra habría sido más redonda eliminando algunos pasajes, pero en cualquier caso, todo lo que se cuenta está bien contado. Pero que muy bien.

4
Excelente, tebeos como este hacen grande el cómic.


el tio berni

Beardsley salome mw